Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

El mito de la caverna del ‘significante víctima’ en el discurso de la violencia de género

“Ya mueve a la reflexión que nunca se use la palabra “víctima” para designar a quienes murieron en un combate. El uso del significante “víctima” parece apuntar a una pasividad que lo acerca a menudo al significante “inocente” […]. Declararse víctima de algo es como quedar eximido de toda responsabilidad”. Barros, M., Relaciones violentas entre el amor y la tragedia. 2014.

“La responsabilidad sobre las consecuencias de nuestros actos es lo que hace a la dignidad de lo humano. Pero está claro que no resulta fácil asumirla, pues somos responsables incluso de nuestros sueños como decía Freud. Mercedes de Francisco. Relaciones violentas entre el amor y la tragedia. 2014.

Consideraciones previas

El discurso de la época postmoderna ha cambiado respecto el orden anterior dejando fallas simbólicas que promueven a la vacilación de los semblantes, lo que genera inseguridad y nuevos malestares subjetivos. En esta nueva realidad discursiva han caído los significantes e ideales tradicionales dando pie a la dictadura del plus de gozar, es decir, al ímpetu compartido e incesante por satisfacer las pulsiones de manera individual mediante los objetos que el mercado ofrece. Este fomento al goce ilimitado e individualista parece no tener en cuenta las responsabilidades en las diferentes situaciones que generan malestar, eliminando así la implicación subjetiva y, por lo tanto, la posibilidad de rectificación y cambio.

¿La etiqueta de ‘víctima’ podría ser un ejemplo de omisión de responsabilidad?

Para empezar a abordar las connotaciones subjetivas del ‘significante víctima’ hablaremos de un mito clásico que ha marcado la historia de la cultura para relacionarlo metafóricamente con las ataduras que en ambos casos pueden dilucidarse.

El mito de la caverna

Platón (428 a. de C.-347 a. de C) expuso en el libro VII de “La República” (514a-541b) el mito de la caverna como una alegoría sobre la realidad del conocimiento de los seres humanos para explicar en sentido figurativo que estamos encadenados dentro de una caverna desde que nacemos y cómo eso que consideramos real (en sentido verídico), no lo es. El mito de la caverna trata sobre unos hombres encadenados dentro de una cueva de forma que solo pueden mirar una pared donde se refleja, gracias a una hoguera que hay, la sombra de los objetos que otras personas llevan, considerando esas sombras las reales.

Los prisioneros ven y sienten las sombras proyectadas como reales incuestionables, de la misma forma que puede ocurrir con las personas y sus comportamientos sintomáticos o sus vinculaciones patológicas, que las encadenan sintiéndolos como a reales insolubles.

Mediante un dialogo, Platón plantea qué pasaría si un prisionero pudiera desligarse de las cadenas que lo mantienen a la cueva y saliese para contemplar otra realidad. Claro pero, este camino no es fácil, ya sea respeto la subida de la caverna o de desligarse de un comportamiento autodestructivo, y tanto unos prisioneros como otros, una vez consiguieran liberarse no se sentirían al principio libres, precisamente porque eso que conocen , ahí dónde estaban, les parecería más familiar, lo que no es sinónimo de bello, sino que estar dentro de la “cueva” podría asociarse con el concepto freudiano de lo ominoso (unheinlich); algo familiar y a la vez extraño que el sujeto no ubica en sí mismo pero que, sin embargo, le resuena conocido.

La cuestión seria intentar dilucidar el nexo de dicha connotación que resulta familiar, ya que, si no hay una implicación subjetiva, no se puede forzar a la persona. Si una persona decide “salir de la cueva” lo ha de hacer por decisión e implicación voluntaria, de lo contrario, numerosos ejemplos de la clínica evidencian la facilidad de tropezar con la misma piedra, como se puede ver en algunos casos de violencia de género, donde la mujer a pesar de las medidas legales impuestas decide volver irremediablemente con su partenaire.

Siguiendo la relación con el diálogo platónico, esos prisioneros que quisieran intentar la subida -denominada ascendencia reminiscente- para salir de las tinieblas lo deberían hacer poco a poco, primero mirando las sombras, después las imágenes de los hombres y otros objetos reflejados en el agua y finalmente, los objetos mismos (pp., 11, La República). Es decir, es un camino paulatino como el que se realiza en un análisis, respetando los diferentes tiempos empezando por avalar la demanda, después la avaluación clínica, la localización subjetiva y finalmente la rectificación (Miller, 1998).

Platón se cuestiona que después de que alguien saliera de la cueva y pudiera cambiar, miraría a sus compañeros prisioneros y se compadecería de ellos. Del mismo modo reflexiono sobre de aquellas mujeres que una vez han salido de una relación de violencia machista se cuestionan acerca de su propia ceguera y no pueden significar el por qué no se dieron cuenta antes o no pudieron salir de esa situación de violencia. Pero creo que hay una diferencia para tener en cuenta y es que difiere el salir de una situación de violencia habiendo pasado por un proceso que haya generado nuevos saberes a la persona y, por ende, modificaciones subjetivas, que por un proceso donde la persona modifique únicamente su funcionamiento conductual como, aludiendo a la terapia por excelencia de nuestro tiempo, la clínica cognitivo-conductual.

De este modo, probablemente continúe ligada de una forma u otra a la cueva, a sus marcas, teniendo más posibilidades de que vuelva a ese calor conocido del fuego de la cueva, a pesar de que el sol del exterior le pudiera ofrecer algo mejor, pero no lo sabe, porque no hay un nuevo saber que le haya desvelado esto.

El discurso del amo y los efectos en la subjetividad

El discurso del amo[1] afecta a la subjetividad así que los cambios que se produzcan en el tendrán repercusiones en las formaciones individuales y sociales de los sujetos. En términos psicoanalíticos, el cambio principal de la nueva realidad discursiva es el cambio del discurso tradicional al de las tecnociencias y la inexistencia del Otro; las sociedades ya no se rigen mediante el significante primordial, el cual fomentaba la inscripción de un límite por un encuadre simbólico, sino que actualmente -y sin pretender hacer juicios de valor sino análisis de la situación- parece que es precisamente el no límite y sus consecuencias lo que esta sobre la mesa.

Una de las repercusiones de este giro estructural junto con uno de los movimientos de masas más importantes de nuestros tiempos, el movimiento feminista, recae en la relación entre los sexos, ya que uno de los significantes amo que se persigue es el ideal de igualdad y al estar regidos por una sociedad que niega la existencia del inconsciente, parece que luchar únicamente en la esfera de la conducta por la equiparación es la solución a los problemas entre géneros.

Pero este ideal de igualdad también tiene consecuencias subjetivas, ya que el psicoanálisis lleva a comprender que lo social es desigual y que la relación entre hombres y mujeres siempre será conflictiva o incompleta de algún modo, es decir, nunca será armoniosa del todo debido a la disparidad de goces. Porque no se trata de cambiar únicamente los estandartes conductuales o ideales sociales, ya que como vemos la violencia contra las mujeres sigue existiendo (así como otro tipo de violencias) sino de reflexionar acerca de aquello femenino que sigue generando rechazo de forma inconsciente tanto a hombres como a mujeres, porque no es sin comprender que el mundo y sus semblantes se rigen por la lógica fálica, que lo femenino seguirá siendo objeto de inseguridad, peligrosidad y rechazo.

Por lo tanto, igual el problema recae en intentar atrapar y mantener con las manos (lógica fálica) el agua (goce Otro).

El lugar en el deseo del Otro

En el campo del análisis es el deseo lo que más interesa, alejándose así de la conducta; ni estar cincuenta años casada con un hombre implica que éste ocupe un lugar en el deseo de la mujer, ni ser maltratada diariamente por el marido implica dejar de desear ocupar el lugar de amor para su partenaire.

Este ultimo punto, el de no ceder de lugar en el Otro a pesar del maltrato es lo que lleva a asociar la posición femenina con la posición masoquista, pero desde la orientación psicoanalítica se descarta esta equiparación debido a que la posición masoquista depende de la estructura subjetiva, es decir, de su posición ante la castración, no de la posición sexuada. Por lo tanto, que una mujer se mantenga en un lugar en el Otro donde es maltratada, tiene que ver con la respuesta a la pregunta inconsciente que cada sujeto va dando respuesta desde que nace “qué lugar ocupo en el deseo del Otro”.

Esto es precisamente lo que da cuentas de que toda persona es responsable en algún nivel de lo que le sucede, ya que la historia familiar y personal es lo que irá dando consistencia al fantasma de cada uno, a la brújula que nos orienta a partir de las identificaciones que desde pequeños nos van dando las respuestas del Otro. Y si una persona recurre día tras día al partenaire que la humilla y desprecia será necesario trabajar al nivel del inconsciente y del deseo, partiendo desde las marcas en la infancia y no mediante la conducta, para permitir la posibilidad de salir de ese lugar de objeto maltratado.

A continuación, se analiza el término de ‘víctima’ para observar la justificación de la conexión entre el lugar de víctima con el de objeto.

La posición de ‘víctima’

La etimología de la palabra ‘víctima’ proviene del latín y esta vinculada a las ofrendas religiosas que hacían las personas como muestra de estima, honor y súplica a los dioses que veneraban. Me parece este un punto importante en la equiparación de la posición de víctima con la de posición de objeto, ya que, aludiendo a la cita del principio del artículo, por muchos soldados que hayan sido víctimas de la guerra, se les sigue viendo como sujetos que han sido derrotados en un combate mientras que, a las personas denominadas bajo la rúbrica de ‘víctima’, de forma indirecta se les acerca a la posición de objeto, alguien sin capacidades para sobrellevar el daño y que necesita la ayuda de otro para poder hacerlo y salir de esa situación.

Por lo tanto, en el ‘significante victima’ es fundante tener en cuenta la posición de objeto que de manera inconsciente se vincula por su conexión con la inocencia y la pasividad así como el rol de victima que puede adoptarse como posición subjetiva.

Breve conclusión

No es sin conseguir una modificación a nivel subjetivo que la persona no podrá cambiar su manera de vincularse y hacer lazo con el Otro. Por lo tanto, considero que el ‘significante víctima’ encadena a los sujetos en el interior de la cueva, porque las mantiene encadenadas en el mismo lugar para el Otro, debido a que se barra la posibilidad de reflexionar acerca de la implicación subjetiva para permitir así cambiarlo. Esto es lo que ocurre con los traumas tratados desde la clínica actual, si el sujeto no puede reconocer su parte de responsabilidad, quedará aplastado por el suceso, pasando de ser un sujeto a un objeto, cronificando así los procesos de victimización. Por ello y a pesar de poder asociar equivocadamente responsabilidad con culpa y juicio moral, no es sin poder analizar la propia implicación subjetiva que no habrán posibilidades de modificación en la subjetivación que permitan cambios a nivel conductual y relacional.

Bibliografia

  • Barros, M. Carbone, V. De Francisco, M. Dessal, G. Marotta, M. Morao, M. Notenson, V. Ruiz, G. Wons, M. Zabalza, S. (2014). Relaciones violentas entre el amor y la tragedia. Gramma ediciones: Buenos Aires.
  • Miller, J. (1998). Introducción al método psicoanalítico. Paidós: Barcelona.
  • Plató. (514a-541b). Llibre VII. La república.

[1] El discurso del amo es una estructura nombrada por Lacan para sintetizar las aportaciones freudianas en relación con el conjunto de horizontes que configuran la sociedad y que influyen en el psiquismo humano, quedando recogidos en su teoría de los cuatro discursos que presentó en su seminario El Reverso del Psicoanálisis (1969) y en Radiofonía (1970). Esta teoría también recibió influencias de los planteamientos de Hegel (1970-1831) en su fenomenología del espíritu (1807) dónde expone una sumisión estructural derivada de que el sujeto necesita pasar por el Otro para reconocer su propia individualidad, es decir, para poder identificarse.

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