El héroe, en tiempo de guerra
Breve reflexión acerca del atentado terrorista en Barcelona y Cambrils.
Tiene sentido, es humano, ensalzar la figura del mosso d’esquadra [1] que abatió a cuatro de los terroristas que a todas luces, ebrios de odio y sed de sangre, tenían intención de proseguir su innombrable ataque a sujetos anónimos. La aparente ausencia, no de cuestionamiento (no hay lugar para eso en un momento de horror así), sino de interrogación razonada sobre la clase de respuesta que las fuerzas policiales o militares armadas precisarían dar idealmente a la violencia desatada en un momento de urgencia real llama la atención.
Para mí, es claro que no hay razón posible para cuestionar la acción de este agente de las fuerzas del orden.

Cuatro hombres armados con armas blancas, que ya habían atentado de forma despiadada contra la vida de personas inocentes, se encontraban ante él, muy posiblemente con intención de asesinarle. Se consideró además que existía la posibilidad de que portaran cinturones cargados de explosivos, que podrían haber activado aún muy malheridos. El mosso disparó, varias veces. ¿Qué podía hacer? Murieron 4 terroristas. Uno de ellos menor de edad, de 17 años. Los otros de 18, 22 y 24 años. Se trata de un acto, y por ello difícilmente racionalizable. Una respuesta instantánea, en un momento de tensión imposible de acotar, de un hombre armado y entrenado, posiblemente aterrado en ese instante, angustiado, cabreado… a saber, pero seguro que muy lejos de la serenidad, imposible en un momento así. Nada puede hacerse ya a este respecto. Poco o nada puede saberse o decirse de lo que sucedió en ese instante. No es ese el motivo de este texto.
Sí lo es el que, en las lecturas en prensa que he podido realizar, no he encontrado aún mención a lo que, en un Estado de Derecho, habría sido lo más deseable: que se pudiera hablar hoy de terroristas heridos o indemnes, a disposición de la justicia [2]. Justamente porque la legislación se anuda con el deseo de vida, al extremo opuesto del ansia de muerte que carcome las tripas de los yihadistas. “No tendréis nuestro odio”, uno de los lemas que han circulado como respuesta de la ciudadanía y quizás uno de los más valientes, también significa, pienso: “aunque hayas matado inocentes de forma abyecta, no te quiero muerto, sino respondiendo ante la legalidad de este país en el que vives y en el que has atentado”. Sería, por otra parte, bastante útil interrogar a los terroristas, pues es muy posible que no se trate de una célula completamente aislada, y todo información que pueda recabarse es poca si está en juego la posibilidad de abortar nuevos atentados. Pero están muertos, para satisfacción de muchos, seguramente con buenos motivos.
Pero tampoco se trata de reflexionar sobre eso aquí. Da la impresión de que en momentos así el Estado de Derecho, en lo que tiene de estrecha vinculación con una Ley ligada a los conceptos de democracia y soberanía, queda suspendido, entre paréntesis. No durante un tiempo cronológico (del tipo: “durante x horas”, “hasta que los terroristas sean detenidos”, o similar), sino en el tiempo lógico en que se da respuesta al horror, a la barbarie, al hambre de asesinar. Se intuye que en ese instante el mosso, que teme lógicamente por su vida, encarna en paralelo la autoridad del Estado y la legitimidad del orden social. Se trata en efecto de un sujeto anónimo, se le denomina en las noticias como ‘el mosso’. Dispara no sólo en defensa propia para mantenerse con vida (que también), sino en un contexto que va un paso más allá, que le señala como representante, como agente, de una estructura mayor. Un contexto en el cual es casi absurdo, quizás un sinsentido, que se plantee una investigación al respecto de ese hecho. Los representantes de los distintos órganos de gobierno tampoco lamentan públicamente que el desenlace de la barbarie en Cambrils haya sido fatal para los terroristas. Tienen razón para ello: podría considerarse de mal gusto, una afrenta para las víctimas inocentes, y lo importante en estos momentos no es la vida de los terroristas, sino la de las personas a quienes estos desgraciados se la han arrebatado. La pregunta “¿debería, de haberle sido posible, haber hecho otra cosa el representante de las fuerzas del orden que abatir a los 4 terroristas?” no sale a la palestra.
Cabe considerar que sólo en un contexto de guerra puede entenderse esta suspensión cautelar de la duda, de la pregunta. Sólo en una consideración bélica del instante del acto puede sostenerse un silencio acerca de la muerte de terroristas por parte de un agente de los cuerpos del orden gubernamental. Y es que tomando el acontecimiento en su dimensión ética, social, política, no es el mosso quién ha disparado, sino el Estado. Creo que conviene no perder esto de vista.
Quizás sea lo que procede hacer en estos casos. Realmente no lo sé. Pero me he visto llevado a escribir sobre ello. Posiblemente porque una parte de quién escribe estas líneas considera al agente un héroe (figura tristemente ligada a la muerte) por evitar con sus disparos lo que podría haber sido, de seguir, un horror aún mayor si cabe. Pero otra, que aprecia igualmente la vida, quizás de forma distinta, desearía que el desenlace en Cambrils hubiese sido otro. Para las víctimas inocentes, primero; después, para los terroristas. En ese orden. No hay equiparación posible.
Notas
[1] Los Mossos d’Esquadra son los cuerpos del orden o fuerzas policiales que dependen de la Generalitat de Catalunya.
[2] Apenas una mención al Estado de Derecho respecto de cuando Ossama Bin Laden fue abatido por el ejército de los EEUU. En: Riera, A. De l’odi neix el dolor. Diari Ara, 18-08-2017. Consultado en: www.ara.cat/firmes/antoni_riera/lodi-neix-dolor_0_1853214800.html