Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

La histeria y la Nube

Lo etéreo de las significaciones hoy en día

Hace un par de años se ha empezado a escuchar y leer que la histeria, hoy, ha cambiado. Hay, en algunas histéricas, algo tal vez más disperso, más fragmentado, menos localizado. En estos casos, el modo en que el cuerpo es afectado por el malestar ya no pasa por la identificación que mezcla síntoma y sentido.

Sin embargo, la búsqueda de la posibilidad de un sentido se hace igualmente presente y la histérica lo busca sin cesar. La cuestión es que el sentido buscado tiende a ser un nombre para la enfermedad o dolor que aqueja el cuerpo, y que la fuente a la que se accede para conseguirlo ya no es la palabra sino el infinito mundo en internet en el que, a veces y entre otras cosas, se busca un saber de orden científico, en el que en el fondo tampoco se cree.

Queda entonces un cuerpo que pareciera desatado.

Foto Claudia

En La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (1) , Siri Hustvedt relata sus peripecias para encontrar la significación de sus violentos temblores desencadenados dos años después de la muerte de su padre. Le sucedió por primera vez mientras ella daba una conferencia sobre él, en su lugar de trabajo, bajo un abeto plantado en su honor. No eran temblores que pudieran pasar desapercibidos. Eran violentos, la lastimaban. Sin embargo, ella podía seguir hablando serenamente. El temblor acechaba todo su cuerpo, del cuello hacia abajo, como ella misma nos relata.

En este ensayo, Hustvedt nos hace partícipes de su investigación, de la cantidad de libros que leyó (filosofía, poesía, psicoanálisis, medicina, psicología, etc.) y del sinnúmero de profesionales que visitó para obtener una respuesta a lo enigmáticos que parecían sus temblores. Ningún diagnostico la convencía del todo. Después de más de doscientas páginas en donde expone las posibilidades y nombres de lo que le pasa (que van desde histeria a epilepsia y de identificación a misticismo) nos dice que ninguna historia puede llegar a ser verídica pues siempre habrá fisuras. A esto le llama ambivalencia, lo más fuera de sentido para ella: Persigo la ambigüedad con palabras, a pesar de que jamás podré atraparla y sólo de vez en cuando imagino haberme acercado a ella. En mayo de 2006 me encontraba al aire libre, bajo un límpido cielo azul y comencé a hablar sobre mi padre, fallecido dos años antes. Nada más abrir la boca, empecé a temblar descontroladamente. Temblé ese día y volví a temblar en más ocasiones. Yo soy la mujer temblorosa (2)

Este es un relato escrito, y no puede servirnos para hacer un diagnóstico ni mucho menos. Pero parece un buen ejemplo de la fragmentación, dispersión o, por qué no, volatilización del cuerpo hoy. Volatilización que, paradójicamente, hace el cuerpo más rígido, menos atento a la significación. Es un cuerpo que se sostiene solo, un más allá del cuerpo histérico para parafrasear a Éric Laurent. Una histeria que no se sostiene más por el amor a su padre. Entonces, ¿qué estatuto tiene el padre para estas mujeres, cuando parece que él es, de todas formas, una figura importante en sus vidas? Parece que aquí, importante no quiere decir principal.

En la misma línea, una mujer de unos 25 años dice tener una enfermedad en el vientre. Sin embargo los médicos le dicen que no. No encuentran nada. Ella, prácticamente inactiva debido a esta enfermedad, sale muy poco de casa, padece insomnio, le duele todo el cuerpo, no le obedece, dice. Me advierte, con especial énfasis, que no quiere hablar de su padre. Desesperadamente, busca en internet más y más síntomas que le correspondan. Se ha anotado en la asociación de esa enfermedad y asiste, virtualmente, a foros de mujeres en los que discute sobre el tema. Como Hustvedt, pero a su manera y sin haber llegado a nombrar nada de lo que para ella estaría fuera del sentido, esta mujer busca algo en profesionales y en el universo virtual. No sabe qué. Tampoco le satisface nada de lo que los médicos le dicen ni lo que encuentra en la red. Mientras, su cuerpo se encuentra invadido por dolores crónicos que le impiden hacer otras cosas. No es el cuerpo cizallado, recortado de forma precisa en uno de sus órganos cargado de un sentido concreto, es un cuerpo tomado por la lógica infinita de internet, de la nube, de las pantallas. Allí donde todo está en un lugar que no existe,  donde cada sitio te remite a otro más y a otro más y a otro más, hasta nunca acabar. Pareciera que las significaciones no valen. El cuerpo se sostiene solo, aunque en ese precario sostenerse, acompañado de la virtualidad.

La metáfora a la que alude el título de este breve artículo, “La histeria y la Nube”, hace alusión a lo etéreo de las significaciones hoy en día, a la rapidez con que proliferan los significantes e imágenes a través de las pantallas. También a la similitud que encuentro entre el síntoma en la histérica hoy y este universo que llamamos “la Nube”, the Cloud. Para decirlo de otra manera, “la Nube”, ese lugar que solo existe virtualmente y que se multiplica infinitamente, es también parte de lo que contribuye a la “evaporación del padre” que caracteriza el período histórico en el que estamos. Ahora bien, es sobre esta función paterna en la que se apoya el sistema simbólico en el que los cuerpos de las mujeres están definidos. ¿Qué pasa entonces cuando éste se evapora? (3)

La hipótesis también es que, junto con el padre evaporado, los objetos contemporáneos han cambiado, y mucho. Estos objetos, que intentan reintroducirse en el cuerpo, y de los que el sujeto de hoy testimonia, silenciosamente, a la manera de ya no recuerdo qué personaje de Grey’s Anatomy: “it hurts so good” o “duele tan rico”.

Muchos de los objetos que causan este curioso malestar hoy en día no son tangibles. Se llaman Apps, facebook, objetos electrónicos, muchos son pantallas. La comida se ha convertido en cientos de cifras de vitaminas, hormonas, minerales, proteínas. La distancia también tiene otro estatuto, hoy todo el mundo es tu vecino. Me parece así que estas dos realidades, padre evaporado más objetos virtuales, han tenido ya efectos en las distintas aristas del sujeto inmerso en este discurso. Queda seguir escuchando y leyendo -con la distancia prudente- para elaborar de algún modo lo que hoy, desde el psicoanálisis, podemos avanzar respecto de la experiencia del cuerpo, especialmente el de la mujer. Efectos de un cambio fundamental, de un cambio discursivo y de época del que el inicio del siglo XXI es depositario.

Claudia González

 

(1) Hustvedt, S. (2010). La mujer temblorosa o la historia de mis nervios. Anagrama. Barcelona.
(2) Ibid. p. 214.
(3) Brousse, M-É (2015). Le mystère de sa propre féminité, sa féminité corporelle. En: La Cause du Désir no. 89. Éditorial. p. 6. De próxima aparición. Consultado en línea el 9 de marzo de 2014. Disponible en: https://m.facebook.com/LACAUSEDUDESIR

Comentarios (2)

  • Raul Castañeda-Cerezo

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    Linda elaboración Claudia, la “histérica rígida” de la época que tanto dará que hacer en la consulta.

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    • admin

      |

      ¡Gracias Raúl!De donde el psicoanálisis puede enseñarnos y con lo que ya estamos haciendo en la consulta.

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