Camino a la escuela
Uno de los efectos desastrosos del auge del capitalismo lo constatamos en la educación. Desastre que no solo se refleja en el aumento del analfabetismo y la creciente inaccesibilidad a la educación en muchas partes del mundo, sino también en su degradación como resultado de la disolución de sus principios más elementales. Convertir bienes sociales básicos -como la educación o la sanidad- en asunto de mercado, sucumbir a las exigencias del neoliberalismo, hacer de absolutamente todo un producto en busca de su mayor rentabilidad, es atentar mortalmente contra la subjetividad, la cultura, el saber y la transmisión. Es pretender abolir el deseo, la vida. Por eso, cuando periódicamente nos muestran el ejemplo de Finlandia como el paraíso del modelo educacional, pienso en lo fácil que es no entrar en detalles y asociar la idea de que para tener acceso a una buena educación, para poder conservar sus principios elementales, hay que ser rico, es cuestión de inversión. Hay allí una trampa.