Too Old To Die Young: Misoginia, estrago y venganza
Dos policías de uniforme, Martin y Larry, permanecen quietos junto a su coche patrulla aparcado. Larry recibe en el móvil una foto provocativa de su amante, que demanda verle. Entonces comienza a decir que el único modo de cortar esa relación y evitar que su matrimonio se desmorone, será matar a su amante. “Es como si no tuviésemos control sobre nuestras vidas. Lo tienen ellas, las mujeres. Son el peor de los males”, afirma Larry más para sí mismo que para su compañero, pues éste no habla durante toda la escena.
Así arranca Too Old To Die Young, una serie de Amazon Prime Video dirigida por el célebre realizador danés Nicolas Winding Refn. Una ficción con trece horas y media de metraje de la que intentaré ofrecer una lectura tomando la misioginia como eje vertebrador.
La pareja de policías vuelve a ponerse en marcha y no tarda en producirse una situación que reduplica la sentencia misógina de Larry. Los patrulleros hacen detenerse a una chica por exceso de velocidad. Con la complicidad de Martin, Larry intimida a la chica con amagos de coacción sexual para dejarla marchar finalmente tras haber desvalijado su billetera. Los dos policías se reparten el botín.
En una nueva pausa, mientras Larry se hace un selfie para esa amante que planea eliminar, un joven se aproxima a sus espaldas, le descerraja varios disparos y huye sin que Martin pueda alcanzarle. Este es el desencadenante de la trama que va a desarrollarse a lo largo de los diez capítulos de la serie.
El asesino de Larry es el hijo vengador de una madre asesinada. Sabremos que Martin y Larry servían, paralelamente a su servicio policial, a un inquietante mafioso jamaicano llamado Damian. En uno de los “trabajos” encargados por Damian, los dos policías corruptos debían robar a Magdalena, una mujer vinculada a un cartel mexicano. Pero el robo acabó saldándose con la muerte de Magdalena, entendemos que a causa del odio de Larry hacia las mujeres. Su hijo Jesús decide vengarla.
Tras la ejecución del patrullero, Jesús se esconde en México bajo el amparo de Don Ricardo, su tío y jefe del cartel al que pertenecía Magdalena. Aunque agonizante, Don Ricardo mantiene a raya la pulsión de muerte de sus hombres con una tregua entre policías y narcos. A su vez, desprestigia a su hijo Miguel, al que reprende cual niño por su falta de modales y nombra como “putito” aludiendo a su poca hombría. Con todo, Miguel es un hijo y empleado obediente -llama a su propio padre “mi jefe”-. En una visita encargada al capitán de policía con quien mantienen la tregua, sabremos que alguien le está robando al cartel las mujeres que prostituyen. Muerto Don Ricardo, el goce que éste prohibía va a retornar bajo formas terribles. Festejando en un bar su ascenso a jefe del cartel, Miguel toma por la fuerza a una de las prostiutas y hace que todos sus hombres la agredan sexualmente. Lo siguiente que hará será romper la tregua que su padre había establecido con la policía y ordenar una ejecución masiva de agentes, acusándoles de ser ellos los que les robaban a las mujeres. Tras la caída del patriarca, el nuevo jefe trata de demostrar la hombría no reconocida por su padre. Para ello, estraga el cuerpo de las mujeres y aniquila a sus rivales para tener el control sobre ellas.
Así, Too Old To Die Young refleja cómo para los narcos asegurarse el control de un territorio equivale a tener a disposición a las mujeres, de manera cruel y arbitraria. Resuenan aquí los feminicidios de Ciudad Juárez, terrible fenómeno aún irresuelto desde el año 1993, y al que me aproximaré a partir de dos obras literarias, Huesos en el desierto (2005) y 2666 (2004).
La primera obra es una investigación sobre el feminicido juarense a cargo del periodista Sergio González. La segunda, escrita por Roberto Bolaño, es una novela dividida en cinco partes que gira alrededor de dichos crímenes misóginos, que describe con precisión forense en su tercera parte.
De ambos libros pueden extraerse los mismos datos. La mujer asesinada que inicia oficialmente el ginecidio en Ciudad Juárez aparece en enero de 1993. Los cuerpos femeninos sin vida que surgirán a partir de esa fecha confirman un mismo patrón: se trata de mujeres jóvenes -incluso niñas o adolescentes- en situación social humilde, la mayoría obreras de maquiladoras [1]. Sus cuerpos aparecen en vertederos o descampados -los lugares propios de los desechos- con signos de haber sido agredidos sexualmente y haber sufrido una muerte violenta.
Al inicio se acusa de estos crímenes a un hombre extranjero (se estableció la hipótesis de que el asesino o asesinos no eran mexicanos) con antecedentes de delitos sexuales en Estados Unidos. Encarcelado este sujeto, siguen apareciendo mujeres muertas. Las autoridades responden que, desde la cárcel, el acusado sigue ordenando homicidios a bandas de delincuentes. Los argumentos de González asimismo novelados por Bolaño son muy distintos: los crímenes los cometen personajes vinculados al narcotráfico y a las grandes empresas, auspiciados por fuerzas policiacas y judiciales. Que las víctimas sean las obreras de las maquiladoras indica que el cuerpo de esas mujeres es tratado como un objeto desechable, cuyo escaso valor de origen legitima a figuras poderosas a arrojarlos como basura tras estragarlos y asesinarlos.
Los hechos apuntan a que estos feminicidios tienen como escenario ranchos aislados que pertenecen a narcos o empresarios. Nos dice González: “ (…) los homicidios en serie contra mujeres se producen en orgías sexuales y de fraternidad por parte de uno o más equipos de operadores o asesinos, protegidos por funcionarios de diversas corporaciones policiacas. Y cuentan con la complicidad y patrocinio de personajes prominentes -que poseen grandes fortunas legales o ilegales, producto del narcotráfico y el contrabando-, cuyo alcance ocupa la frontera norte e incluso el centro del país (…) De ahí proviene la tenaz impunidad de estos crímenes de género, racistas y clasistas.”[2] Hechos que también suscribe Bolaño, cuando al final de La parte de los crímenes un personaje femenino que busca a una amiga desaparecida explica cómo funcionan las fiestas en estos ranchos: “Así supe que las fiestas que daba el banquero Salazar Crespo eran en realidad orgías y que Kelly presumiblemente hacía de directora de orquesta de esas orgías. (…) Salazar Crespo hacía las fiestas indistintamente en dos ranchos de su propiedad, (…) En el norte los llaman narcorranchos, porque muchos traficantes tienen ranchos de este tipo, más que ranchos guarniciones en medio del desierto, (…) Así que allí está Kelly, sin modelos, trabajando con muchachas de extracción social baja o ya de plano con putas, en narcorranchos abandonados a la buena de Dios, y en sus fiestas tenemos un banquero, (…) además de otras personalidades de la sociedad, del crimen y de la política.”[3]
De modo que, como ilustra la escena de la celebración narco en Too Old To Die Young, en estos festejos se goza del cuerpo de una mujer hasta su destrucción. Como afirma Éric Laurent en un texto reciente: “El feminicidio testimonia que, frente al enigma del sexo, una exigencia de goce del cuerpo de una mujer puede hacerse absoluta sin límites.”[4]
El libro de González concluye nombrando a todas las víctimas del ginecidio juarense hasta la fecha de su tercera edición, 2005. Por su lado, Bolaño las nombra a lo largo de más de trescientas páginas, dando cuenta de la repetición de un horror inconcebible. Ambos libros terminan sin poder notificar una resolución de los crímenes.
Volviendo a nuestra ficción en streaming, Too Old To Die Young ofrece a un personaje femenino que va a sabotear desde dentro el control obsceno que los narcos ejercen sobre los cuerpos femeninos. Se trata de Yaritza.
Nos es presentada inicialmente como la enfermera de Don Ricardo, que asegura haberla visto salir “desorientada de una nube de polvo en el desierto, sola y desnuda” siendo aún una niña y, suponemos, escapando de una situación de cautiverio sexual. Pese a haber sido acogida en el mundo mafioso como una suerte de hija adoptiva -y discreta amante- de Don Ricardo, a la muerte del jefe, Yaritza no será cómplice del maltrato de los narcos a las mujeres. Por el contrario, la veremos ejecutar casi de un modo ritual a proxenetas y clientes de las chicas que el cartel prostituye. Cuando libera a estas chicas, Yaritza se asegura de que difundan un mensaje: es La sacerdotisa de la muerte quién las ha liberado.
Bajo este nombre, Yaritza va alzándose como una figura legendaria a la que los narcos comienzan a temer y cuya existencia intentan negar considerándola un mero cuento o rumor. En el último capítulo, la oiremos definirse como “una máquina exterminadora sin adulterar que elimina todo el mal del universo ”. Y al matón malherido que está a punto de ajusticiar, le asegura que él es “parte de ese mal”. El mal que ciertos hombres encarnan.
Sabemos desde las tragedias griegas que la venganza es un argumento universal cuyo buen funcionamiento en una trama ficticia está sobradamente demostrado. Pero más allá de las respuestas a la misioginia que ofrezcan personajes de ficciones contemporáneas, el odio y la violencia contra las mujeres sigue sin resolverse.
De 2016 data un artículo del psicoanalista Enric Berenguer titulado sin rodeos “¿Por qué algunos hombres odian a las mujeres?”.A pesar del tiempo transcurrido, las palabras que abren este artículo podrían aparecer en cualquier periódico a día de hoy:
“La violencia contra la mujer es un síntoma importante de fracaso de la cultura de nuestro tiempo. Por supuesto, sus responsables más directos son hombres cuyo odio enfermo es proporcional a su debilidad, pero sus actos, aunque en apariencia ocurren en la más triste soledad, se alimentan de todo un contexto de complicidades, silencios, aprobaciones tácitas y discursos condenatorios contra la libertad de elección de las mujeres, contra su derecho a amar y a dejar de amar, a desear otra cosa, a separarse para siempre.”[5]
Estas complicidades, silencios, aprobaciones tácitas y discursos condenatorios que legitiman la violencia misógina alcanzan niveles de extrema crueldad en los territorios controlados por los traficantes. En la civilización narco -permítanme el oxímoron-, la complicidad silenciosa es sostenida por políticos, empresarios y autoridades. Igualmente, el discurso condenatorio es patente en unas fuerzas policiales que justifican las desapariciones de mujeres con respuestas del tipo “tenía una doble vida” o incluso alegan frente a sus atroces muertes que debieron llevar a algún hombre al límite con su infidelidad y lascivia.
Mientras acertados productos como Too Old To Die Young nos ofrecen nuevas lecturas sobre la misoginia, el tiempo dirá si esa cadena de feminicidios -ya no únicamente en Ciudad Juárez, sino a nivel global- tiene cierre o bien la repetición del horror va a proseguir indefinidamente.
[1] Empresas que se sirven de mano de obra barata para fabricar productos sin pagar aranceles y comerciarlizarlos en el pais del que procede la materia prima, como Estados Unidos.
[2] González, S.Huesos en el desierto,Anagrama, Barcelona, 2005.
[3] Bolaño, R. 2666, Anagrama, Barcelona, 2004
[4] Laurent, E. “Reflexiones sobre tres encuentros entre el feminismo y la no-relación sexual”, disponible en https://psicoanalisislacaniano.com/2019/12/13/tres-encuentros-feminismo-norelacionsexual-ericlaurent-20191213/
[5] https://www.lavanguardia.com/vida/20160511/401723175825/el-divan-psicologia-machismo-odio-mujeres.html