Algunos apuntes sobre el SOL (Sábado de la Orientación Lacaniana de la ELP) “Patologización, despatologización, estilos de vida”
Este encuentro convocado por la Comunidad de Catalunya de la ELP, tuvo lugar el sábado 28 de octubre en Barcelona. El marco de esta jornada de investigación clínica tuvo como tema “Patologización, despatologización y estilos de vida”. Se hace preciso dar inicio a esta reseña con el cierre de la jornada a cargo de José Ramón Ubieto, quien introduce una frase que condensa elementos fundamentales de la conversación “hay una paradoja: y es que en cada nueva nominación -agregada a un lobby que reivindica su derecho al reconocimiento- se opone a lo universal, pero también, atenta contra la singularidad”. Esta expresión deja sonando un término, que a nuestro juicio llama la atención, el de “lobby” generando un gran interrogante. ¿Lobby? ¿Qué relación tendría con la nominación, la singularidad y lo universal? Según la Real Academia Española, esta palabra además de ser utilizada para referirse al uso más común “espacio en el que se espera, se recibe o se descansa en un hotel o edificio” tiene otro significado. Lobby en referencia a grupo de presión hace referencia a un conjunto de personas que, en beneficio de sus propios intereses, influye en una organización, esfera o actividad social (1). He ahí la gran paradoja.
Así pues, vamos leyendo el por qué iniciar por el final de la jornada. Lo patológico, lo que despatologiza y los estilos de vida son términos que llevaron a los de nominación, agrupación, singularidad, paradojas… aquello que no va. Incluso cuando en lo social y educativo, se hace andar. Un espacie de mensaje incoherente que proclama la inclusión, en el que se nota que hay un gran esfuerzo por nominar, lo que lleva de manera inevitable a la rotulación. Se dice a los cuatro vientos que estamos en la era de la aceptación de la diferencia, cuando en realidad, parece que cada uno llega a las aulas con un diagnóstico en la frente “normal, TDAH, Asperger, rarito, calladita, el introvertido, la ruidosa” entre otras categorías, es decir, se nos dice que tenemos aceptación tal cual somos, pero el universo se reduce cada vez más a códigos y nombres de trastornos… casi nadie se salva.
Ahora sí, regresemos al inicio del evento, que nos trae noticias de los espacios analíticos en ámbitos como el educativo, donde se arroja muchas veces lo que en casa no se logra bordear. La primera parte del encuentro tiene como subtítulo ‘Invenciones: siempre particulares’ Karina Piluso, expone su lectura del quehacer analítico en el despacho con jóvenes, niños y niñas que son traídos por sus padres y/o cuidadores. En el caso que presentó, resaltó un enunciado que da apertura en un proceso psicoanalítico “lo que a nosotros como padres nos importa es que nunca le falte nada”, frase que puede llevarnos a preguntarnos cuán insoportable podría llegar a ser esta búsqueda. Posteriormente, señala como en la actualidad se observa de manera recurrente las autolesiones que, en ocasiones parecen un intento de acallar esas voces que gritan acerca del peso de la existencia de la vida, en ese afán por obturar cada espacio de su mundo. Esta intervención puede llevar a ¿Otra paradoja? Ese “que nunca le falte nada” es un semblante de que falta la falta, tan necesaria para poner en marcha el deseo, para enfrentar el día a día.
Vale la pena recordar esta cuestión que Karina Piluso resalta: una forma del principio de placer que clama “o daño o me daño”, nos puede conducir a reflexionar si en esa necesidad de la falta, se abre una herida, porque si mis padres no me permiten que algo me falte, yo me hago a una falta, en lo real. Que algo divida, que algo duela… que haya cortocircuito.
Natalí Boghossian, por su parte, trae a la mesa algunas formas de cómo se presentan los sujetos en los despachos. Con un diagnóstico bajo el brazo, que parece operar como DNI “Soy Juanito, trastorno bipolar, sin especificar, tomo sertralina, yo muy bien ¿y usted?”. Natalí nos habla de que algunos son traídos al consultorio no solo con el diagnóstico, sino con el significante que acompaña el nombre del trastorno, como en uno de sus casos “yo siempre llego tarde”. Pero, aun así, en el espacio analítico se intenta escuchar ese síntoma sin borrarlo. Se procura más bien localizar de dónde viene y que función cumple en la vida de ese sujeto. Natalí lo nombra de una manera humana y respetuosa “Se recibe con un orden… no se llena ese vacío con que llega el analizante, pero se le da un lugar, atendiendo con la escucha el modo y el momento, aprendiendo a poner un stop sin invadir…”. Esto provoca ciertas preguntas entre los asistentes ¿en este tiempo se trata de mediar en lo que desde afuera no se deja medir: lo ilimitado?… ¿el goce?
Shula Eldar aportó sus comentarios a los casos clínicos. Nos hace pensar en cómo reformular en el análisis aquello que trae marcado a los sujetos con un rótulo. Concretamente, habiéndose mencionado en una de las intervenciones el deseo de muerte, nos recuerda la lectura que Lacan hace de Freud en su Seminario 6. Retoma así la obra de Hamlet, donde se ubica la muerte como un hecho que va en el orden de la privación, una pérdida que produce un agujero en lo Real, abriendo una brecha en el significante esencial del que no se tendrá una respuesta de regreso. Es por ello que Shula hace énfasis en la importancia de rescatar las palabras de los sujetos, aquellas que están estranguladas en la vida del Ser y necesitan ser develadas. De este modo, la despatologización irá en el orden de darle el saber a quién llega a consulta, este saber que le sea propio al sujeto. Y que sea él quien lo descifre, del que se apropie, que no sea donado por Otro que nomine.
Vamos a la segunda parte del evento a la que da apertura Soledad Bertrán con una frase escuchada en un Instituto de Educación Secundaria de la ciudad, la cual convoca a cuestionarse: “tenemos que ir a la escuela a hacer vida normal”. Resulta muy interesante razonar su intervención con lo que abordó en su artículo “Psiquiatrización de la educación, crisis de la transferencia”, publicado en tActe en 2016. Se hace necesario anudar esta intervención con su escrito, porque ella resalta ese asunto de cómo en las instituciones educativas sobresale aquel que mira para otro lado cuando los otros miran para el mismo, es decir, la rareza de ver que alguien puede estar en su mundo. A este sujeto tiende a llamársele “el raro”. Soledad menciona que, desde junio de 2013, el Departamento de Educación de Catalunya toma la mano de la psiquiatría para ofrecer una guía para gestionar “la diversidad en el aula”, La información consiste en dotar herramientas a los docentes para identificar casos de TDAH, y de esta forma, aplicar protocolos de gestión en ciertos casos. Los docentes son puestos en un lugar de “médicos de cabecera de sus alumnos”: esta frase realmente resume gran parte del intento fallido de incluir y tramitar la supuesta diferenciación de cada ser en el mundo. Finalmente, a qué se va al colegio ¿a aprender un saber? ¿O a ser observados, censados, categorizados? En sí es “un malestar en la cultura”, como diría Freud.
Pepa Freiría planteó un caso clínico que ponía en primer plano desde dónde se enuncia, ese cómo se nombra alguien dentro de un colectivo donde se es fundamentalmente sujeto de sus derechos. Y la cuestión es que somos sujetos de derecho. Se abre acá la pregunta por el uso extendido, en clave de identidad, de eso que es hoy un derecho: un ejemplo concreto, el definirse a partir del “Elles”. Pepa advierte que el psicoanálisis se enfrenta en esta era a nuevos usos de la lalengua en esta nominación, que acompaña estilos de vida hipermodernos. Lo afectivo-sexual, ¿qué sufrimiento causa? Por lo menos en lo que al escrito respecta, lleva a preguntarse sobre el costo de la expresión de la singularidad. Parece que, entre más términos surgen, aparecen más patologías y vacíos. Se ve que los sujetos son marcados con nombres de trastornos, produciendo a veces un intento de obturación de su malestar frente al enigma de por qué sufre; y otras una suerte de salvoconducto para esquivar la propia responsabilidad: “yo no me quedo quieto un minuto y destruyo lo que está mi paso porque tengo TDAH, porque tengo trastorno límite de la personalidad, porque tengo ansiedad generalizada, porque soy oposicionista desafiante, porque soy mitómano…”. Son términos ya tan al alcance de lo universal que termina por desdibujar la singularidad “soy lo que dice el diagnóstico, no soy quien creo que soy, porque la medicina lo dice y la medicación me regula”.
Hablando de la hipermodernidad, Monserrat Puig, se pregunta cómo se sitúa el sujeto frente a esta lógica de igualdad extrema, este asunto de no marcar la diferencia. Así las cosas, el sujeto no se escapa de ver su propia diferencia respecto de lo que es nombrado como igualdad, lo cual sigue en el orden de lo imposible. Y es que el sujeto de derecho no está en el orden de la igualdad total, sino de la diferencia total.
Estas consideraciones dan paso a las intervenciones de los asistentes. Se señala que, el psicoanálisis en el terreno escolar está en una posición de interrogar o no interrogar aquello que el caso por caso va permitiendo, evitando dar un enunciado, pues es el analizante quien se enuncia y de este modo, se nombra. El sujeto se distingue de los mandatos del Otro donde se le dice “eres lo que yo acabo de decirte, porque ese saber me corresponde”. En psicoanálisis el saber lo tiene el sujeto: es por esta razón que alcanza a ubicar el pathos. No se busca la patología, porque en psicoanálisis ni se patologiza ni se despatologiza, no se quita el síntoma, sino que se propone su despliegue y se trabaja con éste.
Para terminar, una pregunta: ¿cómo ubicar el psicoanálisis en esta escuela contemporánea, donde se apunta a la creencia en el cientificismo, en lo que supuestamente estaría totalmente comprobado bajo cánones de mediciones cada vez más aceptados como resguardo de los propios enigmas?
¡Hasta el próximo encuentro!