Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

La moda de vestir, el cuerpo

Por un lado, la moda. Por otro lado, el cuerpo. La moda como fenómeno social y cultural, y en tanto reflejo de la sociedad de cada época –es decir, expresión de un contexto histórico, socio-económico, político y cultural-, nos puede guiar para hacer una lectura de los síntomas actuales y su relación con el cuerpo. En algunos síntomas contemporáneos, el cuerpo viene a representar al sujeto, ya que el sujeto en muchas ocasiones se presenta como un cuerpo. “Querer reducir el sujeto a su cuerpo participa de la tentativa de identificar al ser hablante con su organismo” (Laurent, 2016, p. 14), pero el sujeto no es el cuerpo, sino que tiene un cuerpo, con el que mantiene una relación, por cierto, nada simple. 

Si los síntomas son dependientes del medio discursivo en el cual se producen, teniendo en cuenta que tanto la moda como el cuerpo están atravesados actualmente por el discurso de la ciencia y el mercado, ¿cuáles son los nuevos síntomas actuales en relación a la moda de vestir el cuerpo?   

Fotomontaje: Marina Pautasso, a partir de una imagen de la exposición ‘Fast fashion’, del Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburgo.

La moda de vestir, el cuerpo III

 

La vida es cualquier cosa menos algo espontáneo

Michel Foucault define la biopolítica como un concepto que alude a los aspectos de la vida que entran en la política, a una forma específica de gobierno que aspira a la gestión de los procesos biológicos de la población.

Foucault hizo uso del término por primera vez durante una de las conferencias que dictó en el curso de medicina social de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, Brasil, en octubre de 1974. Allí plantea que “El control de la sociedad sobre los individuos no sólo se efectúa mediante la conciencia o por la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista es lo biopolítico lo que importa ante todo, lo biológico, lo somático, lo corporal” (Foucault, 1976-1988, p. 210), es decir, el cuerpo como una entidad biopolítica.

Foucault sitúa la emergencia de la biopolítica a mediados del siglo XVIII y acusa que es un procedimiento que se dirige al cuerpo-especie, abriendo para el gobierno de los cuerpos una biopolítica de la población. Se instauran así una serie de mecanismos y técnicas sobre lo social que buscan el cuidado de la vida bien gestionada.

No se trata de tomar al individuo en el nivel del detalle sino, al contrario, de actuar mediante mecanismos globales de tal manera que se obtengan estados globales de equilibrio y regularidad; es decir, de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos del hombre-especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización, una regulación de la vida.

Anteriormente, el poder de la soberanía, poder absoluto, dramático, sombrío, consistía en hacer morir y dejar vivir. Resulta que ahora aparece un poder de regularización que consiste, al contrario, en hacer vivir y dejar morir. El poder es cada vez menos el derecho de hacer morir y cada vez más el derecho de intervenir para hacer vivir, sobre la manera de vivir y sobre el cómo de la vida. El poder interviene sobre todo en ese nivel para realzar la vida, controlar sus accidentes, sus riesgos, sus deficiencias.

En la actualidad, de la mano de la ciencia y de la tecnología, se expande sin cesar la capacidad de intervenir sobre todas las formas de vida. Tecnología regularizadora, tecnología del cuerpo, una tecnología en que los cuerpos se reubican en los procesos biológicos de conjunto. En síntesis, regular, dominar, domesticar el cuerpo, en tanto masa.

 

¿La biopolítica regula la forma de vestir el cuerpo?

Tomando lo que plantea Entwistle en su libro El cuerpo y la moda, el mundo social es un mundo de cuerpos vestidos, y por lo tanto, un cuerpo desnudo es inapropiado en casi todas las situaciones sociales. Según los antropólogos, el hecho de vestir el cuerpo es común en todas las culturas humanas, ya sean con prendas, joyas, cosméticos, etc. Ninguna cultura humana deja el cuerpo sin adornos, sino que buscan embellecerlo, resaltarlo, decorarlo o simplemente añadirle algo. A través de estos ´adornos´ los cuerpos se vuelven sociales y adquieren sentido. Vestir el cuerpo es un acto de preparar el cuerpo para el mundo social, lo que implica hacerlo de un ´modo´ apropiado, aceptable, y en muchos casos deseable.

La moda, del francés mode, y éste del latín modus, “modo” o “medida” (Diccionario de la lengua española, Real Academia Española), “está pensada para el cuerpo: es creada, promocionada y llevada por el cuerpo. La moda va dirigida al cuerpo y este último es el que ha de ir vestido en casi todos los encuentros sociales” (Entwistle, 2002, p. 6). Además, ´moda´ es una palabra que se utiliza en estadística para referirse al dato que más se repite en una muestra o estudio, es decir, una medida de tendencia que se relaciona con la frecuencia de un valor en un grupo de números.

Tiempo atrás, la moda era una forma particular de vestir que la clase alta usaba para diferenciarse de las clases más bajas. Se vinculaba la belleza y el simbolismo del ocio con la clase pudiente, y la sobriedad y eficacia de las prendas con las clases bajas e industriales. Aquí vemos como en épocas anteriores el uso que se hacía de la moda era una manifestación de la desigualdad de clases.

Actualmente, la moda ha dejado de ser un fenómeno de las grandes elites para convertirse en un fenómeno de masas. Los avances en las nuevas tecnologías han hecho posible que las prendas creadas por las grandes firmas se puedan adquirir en las boutiques más selectas de cualquier parte del mundo, y, a la par, unas semanas después, modelos casi idénticos a estos se vendan en tiendas más accesibles, con lo cual ´todos´ podemos adquirir prendas “a la última moda”. La innovación en los procesos de producción permite que en muy poco tiempo estas prendas se encuentren en las tiendas de moda masivas. Según un artículo publicado en el diario La Vanguardia, la alianza entre las grandes empresas y los medios de comunicación funcionan como anillo al dedo. “La moda se entiende mejor en el marco del consumismo. La democratización social culmina con la popularización de lo que antaño era exclusivo. (…) Pocas actividades como esta contribuyen tanto a la igualdad. O a la ilusión de la igualdad”.

En el documental The true cost, se ve claramente como detrás de la ropa, la ropa que vestimos, para algunos “la piel que elegimos”, hay un comprar y consumir, sin fin, sin límites. En la actualidad estamos ante un cambio radical en el consumo de la moda. La llamada “moda rápida” conlleva un costo no calculado, un estrago con consecuencias mortíferas, una sombra, un reverso, detrás de un mundo de marketing fascinante. Sin entrar en detalles, se trata de más producción, producción en serie, y más consumo en tiempos a contra reloj, talleres de explotación, más colecciones en el año, prendas nuevas todas las semanas, más ventas, precios más bajos, costos de producción más bajos. Esto también se ve a la hora de transportar las prendas, las grandes empresas textiles pasaron de transportar las prendas en barcos a transportarlas en avión, por la ganancia de tiempo que ello implica. Es decir, en la actualidad las prendas son una mercancía perecedera, tienen fecha de vencimiento. Por el simple hecho de que “pasó de moda”, se desecha.

¿Regular los cuerpos en tanto masa produce la ilusión de igualdad? Cuerpos regulados a medida -small, medium, large-, cuerpos que gozan vistiéndose del mismo modo, con el mismo modelo. El modelo, en este caso el modelo de prenda de moda, “es un objeto que se fabrica en serie y que tiene las mismas características que los que pertenecen a su mismo tipo. Un Todo, un modo de hacer masa a la manera freudiana, la mismidad y la serie, pero que no puede ser pensado sin su contrapartida de fracaso que se añade como malestar. Un supuesto “para todos” que produce el colectivo imaginario del nosotros. Manifestaciones imaginarias de lo común que disuelven la singularidad en el Todo, diluyendo la posibilidad de la diferencia” (Glaze, 2016).

“El discurso capitalista, en su alianza actual con el cientificismo, (…) produce una igualdad de modos de gozar. Cada modo singular de gozar puede hacerse entonces equivalente a otro (…)” (Bassols, 2017, p. 56). Pero ¿por qué es más fácil identificarse al modo de goce del otro?, ¿qué es lo que se pone en juego? Se habla de los ´efectos de segregación´, de la angustia ante la exclusión del grupo, es decir, “(…) ante el temor a no ser reconocido por los otros y ser excluido del grupo me apresuro a formar parte de él identificándome al otro (…)” (Bassols, 2017, p. 59). Identificarse al modo de goce del otro evita responsabilizarse, responder, por la propia posición subjetiva, por el propio modo de gozar.

 

El psicoanálisis no pasa de moda

“El sujeto se encuentra atrapado en la extensión creciente de la gestión de conjuntos de vivientes constituido en poblaciones, cuyos modos de goce es preciso guiar, ya sea mediante el mercado, ya sea mediante la regulación burocrática y sus normas invasivas. Se abre una elección entre el conformismo como olvido de sí o la salvaguarda de la singularidad. Lo que el psicoanálisis añade es una experiencia que culmina en un punto de anclaje de la singularidad del goce: el de una escritura lógica” (Laurent, 2016, p. 25).

Araceli Fuentes (2016), en su libro El misterio del cuerpo hablante, sitúa que para el psicoanálisis el cuerpo no es el organismo, no es un “don de la naturaleza”, “no se nace con un cuerpo, el cuerpo se hace”. Y agrega “… primero es necesario que el lenguaje me dé un cuerpo para poder tenerlo, después ese cuerpo incorpora el lenguaje, condición para que surja el sujeto que se sostiene en ese cuerpo” (p. 37). El lenguaje se incorpora en el cuerpo a través de la palabra, palabra que tiene efectos de escritura, efectos que dan cuenta de un real de la experiencia. Se trata de una secuencia, se escribe primero la palabra y lo que la escritura escribe es lo que del goce se fija, es decir, la escritura escribe el goce, lo escribe en el cuerpo. Cuando la palabra se incorpora, el cuerpo se convierte en lo que más tarde Lacan va a llamar el lugar del Otro. ¿Qué quiere decir esto? Aquí aparece el concepto de la lalengua como el hecho primario, real, anterior al lenguaje, sonidos fuera de sentido pero en relación al goce. “Lalengua materna, la que oye el niño cuando aún no es un sujeto del lenguaje, cuando aún no entiende su sentido ni su significación, afecta a su cuerpo, repercute en él en un baño de goce. Siempre es privada y afecta a cada sujeto de una manera diferente” (p. 137).

Siguiendo el planteo del libro, la autora sitúa a la moda, entre otros, como una forma de tratamiento del cuerpo, una forma de tratamiento que “busca en los cuerpos una escritura que permita contabilizar, inscribir e instrumentalizar el real del cuerpo” (p. 17). Desde el psicoanálisis se constata que se trata de un cuerpo que goza, un cuerpo habitado por la pulsión, un cuerpo imposible de domesticar y de controlar. Por lo tanto, se trata de un cuerpo sintomático, ya que no existe una ´normalidad´ del goce. En tanto los cuerpos gozan sintomáticamente, no hay sujeto sin síntoma, y esto hace obstáculo para la ciencia y el mercado en su intento de eliminar, erradicar el síntoma en el cuerpo y homogeneizar el goce. Para el psicoanálisis el síntoma es un “acontecimiento del cuerpo”, “… remite a un encuentro accidental entre el cuerpo del viviente y la lengua materna, en el que se fija un goce del que más tarde surgirá el síntoma” (p. 161). El cuerpo habla con el síntoma, el sujeto habla con su cuerpo a través de la pulsión, ésta última definida por Lacan, en su última enseñanza, como “… el eco en el cuerpo del hecho de que hay un decir” (Lacan, 1975-1976 citado en Fuentes, 2016, p. 175), se trata de un decir que toca al cuerpo de quien oye, el decir de la demanda del discurso del Otro sobre el cuerpo del niño.

En una época donde predomina la caída de los ideales, las identificaciones efímeras, y atravesados por un discurso que intenta e insiste en la regulación de los cuerpos (cuerpo-máquina, cuerpo completo, hecho a medida, sin fisuras, sin falta, sin imposibles), surge un nuevo lazo social, ante todo hedonista, colmado de imperativos que empujan a “gozar”, “gozar sin límites”, “gozar como todos”, negando lo real del goce, como lo más propio del sujeto.

El psicoanálisis, orientado por el “parlêtre”, el cuerpo hablante, esta advertido del goce; es decir, el cuerpo en tanto superficie de inscripción respecto al trauma del goce, es un cuerpo traumatizado, un cuerpo agujereado. Lacan plantea que el cuerpo como superficie de inscripción del goce no deja de huir. “El parlêtre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia –consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento” (Lacan, 1975-1976 citado en Laurent, 2016, p. 18). Hay algo que no se puede nombrar, que no se puede localizar, imposible de representar. Lo real del goce supone un límite, en la medida en que incluye un imposible. Dicho imposible se debe pensar como un “imposible sustraerse a él”. El imposible sustraerse deviene una obligación de hacer con él.

En este sentido, “El psicoanálisis acoge a este cuerpo en tanto que habla de este trauma”, dando lugar a la palabra, a un discurso, una escucha y un tiempo diferente, invitando al sujeto a asumir su responsabilidad acerca de su modo de gozar. Pero, si bien el psicoanálisis es una experiencia de palabra, ya que pone al sujeto a hablar, pone al síntoma a hablar, “una vez se ha franqueado el paso lacaniano, el síntoma se limita a una pura escritura en el cuerpo, no habla. Se abre entonces en el análisis una experiencia que no pasa por la palabra” (Laurent, 2016, p. 53). Se trata de pasar del síntoma que habla al síntoma que se escribe en silencio, que ya no es comunicación sino escritura, como aquello que se escribe en el cuerpo sin sentido. Es lo que Lacan sitúa en su última enseñanza, el paso del síntoma freudiano a la nueva perspectiva del síntoma. El paso del síntoma como formación del inconsciente, estructurado como un lenguaje, como metáfora, como efecto de sentido, al sinthome -de un ser hablante- como acontecimiento de cuerpo, como emergencia de goce, como letra de goce.

El psicoanálisis no pasa de moda porque el goce no pasa de moda, está siempre ahí, en el cuerpo, insistiendo, no cesando de escribirse.

 

Bibliografía

Bassols, M. (2017) Las mutaciones del vínculo social. Revista Freudiana 79

Entwistle, J. (2002) El cuerpo y la moda. Una visión sociológica. Barcelona: Paidós

Foucault, M. (1975-1976) Defender la sociedad. Buenos Aires: Fondo de cultura económica, 2000

Foucault, M. (1976-1988) Conferencia El nacimiento de la medicina social. En Dits et Écrits, Volumen II. París: Gallimard, 2001

Fuentes, A. (2016) El misterio del cuerpo hablante. Barcelona: Gedisa

Glaze, A. (2016) Niñas modelo-modelo: lo fuera de serie en el siglo XXI. Revista Fapol online Lacan XXI

Micó, J. L. (2014) La moda un fenómeno global. Diario La Vanguardia. Recuperado de http://www.lavanguardia.com/opinion/temas-de-debate/20140511/54406812936/la-moda-un-fenomeno-global.html 

Laurent, E. (2016) El reverso de la biopolítica. Buenos Aires: Grama Ediciones

Ross, M. (productor) y Morgan, A. (director) (2015) The true cost. Estados Unidos: Life is my movie entertainment 

Comentarios (2)

  • Franco orlandini

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    Excelente articulo.

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    • tactebarcelona

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      Gracias Franco. ¡Un saludo!

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