Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

Morir todavía

Una pareja joven, Will y Kira, han sido invitados a cenar en casa de otra pareja, Eden y David. Will y Eden estaban casados, pero su unión se rompió tras la muerte de su hijo. Después de la ruptura, Eden desapareció durante dos años. Ahora, para confirmar su reaparición, ha convocado a su ex marido y al grupo de amigos que compartían a una cena en la que ella y David -el partenaire que ha encontrado durante sus dos años de ausencia- oficiarán de anfitriones. Este es el punto de partida del filme The Invitation (Karyn Kusama, 2015).

Esta premisa podría dar para un lacrimógeno drama o una comedia esperanzadora. Pero estamos ante un film de género fantástico y muy pronto advertiremos que esa invitación esconde algo realmente turbador a través de la mirada de Will, cuya barba poblada y gesto apagado señalan los efectos traumáticos que tuvo sobre él la muerte de su hijo.

En efecto, acudir a esa cena supone para Will regresar a la casa que había habitado junto a Eden y al pequeño, al que todavía puede ver cuando recorre las diferentes habitaciones. Pero la actitud siniestramente afectuosa de David y Eden -que aparece luciendo un vestido blanco, como si de la encarnación viviente de la pureza se tratase-,  parece apuntar directamente a hacer olvidar la muerte del hijo. Además, se han sumado a la celebración dos personajes inquietantes invitados por David.

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Uno es una lasciva mujer a la que Will advierte por primera vez medio desnuda en la puerta del dormitorio, cual alucinación. El otro es un hombre corpulento que inspira -en los asistentes a la cena y en el espectador- desconfianza.

El momento crucial tiene lugar antes de que los invitados pasen a la mesa. David, que ya había dado muestras de ser una especie de gurú de la energía positiva, les muestra al grupo un vídeo en el ordenador portátil, para que ellos puedan comprender de dónde nace el cambio vital -que pasa por una renuncia y expulsión de los sentimientos inútiles como la culpa y el odio- del que alardean tanto él como Eden. Sabremos entonces que ambos se conocieron en una comuna en Sonora, cuyo líder aparece hablando en el vídeo con el discurso de un iluminado pretencioso. El vídeo concluye mostrando el último suspiro de una mujer postrada en cama, ante lo cual el líder de la comuna exhorta a sus discípulos a inhalar ese aire para sentirse en comunión con la naturaleza.

La anfitriona Eden trata de borrar el desconcierto de sus invitados tras haber visto en el portátil una muerte auténtica. Propone entonces iniciar un juego en el que el grupo se deje llevar haciendo lo que deseen. Lo que comienza siendo un juego picante de confesiones sexuales y besos entre amigos toma un cariz opuesto cuando el hombre corpulento invitado por David confiesa haber matado a golpes a su mujer, y haber encontrado la paz tras su encuentro con el líder de la comuna en Sonora.

Los invitados tratan de disimular su desazón mediante la cortesía, pero la situación se torna insostenible para Will, que sospecha que Eden y David y sus dos siniestros amigos son los miembros de una secta que les han convocado para acabar con sus vidas. Entonces el filme crea la duda en el espectador: ¿Es Will un hombre desquiciado por la pérdida de su hijo, que ve una amenaza mortal donde sólo hay momentos de incomodidad? ¿O bien Will está en lo cierto y todo el grupo corre peligro?

Esta duda no es simplemente parte de un guión bien construido. Es donde se juega el posicionamiento ético de la propia película y del mensaje que trata de transmitir al espectador.

No revelaremos aquí cómo termina de desarrollarse el filme. Pero sí podemos decir que la trama no optará por un tramposo giro final del tipo todo estaba en la mente del protagonista. Porque precisamente lo que hay en la mente del protagonista es dolor. Un dolor del cual su ex mujer ha elegido no querer saber nada mediante un pomposo discurso en el que resuenan ecos de todas esas terapias naturales y adaptaciones de la medicina oriental prêt-à-porter para occidentales. Pero, insisto, hablamos de una película de género fantástico, y aquí los efectos de ese discurso para negar el trauma van a ser realmente extremos.

Si The Invitation es, en definitiva, una película sobre el fracaso de la sociedad contemporánea en su intento por borrar las consecuencias del encuentro subjetivo con lo real de la muerte, es oportuno recordar que este 2016 se cierra con la pérdida de dos figuras capitales en el mundo de la música: David Bowie y Leonard Cohen. Pérdida que vino precedida en ambos casos por el lanzamiento de un último álbum que sirve, après-coup, como testimonio de cada uno frente a la inminencia de la muerte.

Blackstar [1], el último disco de Bowie, es una obra dolorosa y sentida, en la que Bowie parece decirnos que está lejos de conformarse con morir en paz. La muerte es una amenaza de la que no podrá escapar. La última canción del álbum y de su carrera -I Can’t Give Everything Away [2]- no trasmite precisamente una sensación de alivio y liberación:

I know something is very wrong/ The pulse returns for prodigal sons/ The blackout’s hearts with flowered news/ With skull designs upon my shoes/ I can’t give everything/ I can’t give everything/ Away/ I can’t give everything/ Away/ Seeing more and feeling less/ Saying no but meaning yes/  This is all I ever meant/ That’s the message that I sent

(Sé que algo va muy mal/ El pulso vuelve para los hijos pródigos/ Los corazones de apagón, las noticias floridas/ Con diseños de calaveras sobre mis zapatos/ No puedo darlo todo/ No puedo deshacerme de todo/ Viendo más y sintiendo menos/ Diciendo no pero queriendo decir sí/ Esto es todo lo que yo siempre quise decir/ Ese es el mensaje que envié) [3].

Por su lado, en la canción que da título a su última obra, You Want It Darker [4], Leonard Cohen le asegura a Dios estar listo para morirse. Con su habitual ironía, Cohen acepta su propia muerte dirigiéndose a un dios del que sabe que realmente nunca ha estado ahí:

If you are the dealer, I’m out of the game/ If you are the healer, it means I’m broken and lame/ If thine is the glory then mine must be the shame/ You want it darker/ We kill the flame/ Magnified, sanctified, be thy holy name/ Vilified, crucified, in the human frame/ A million candles burning for the help that never came/ You want it darker/ Hineni, hineni/ I’m ready, my lord.

(Si tú repartes las cartas, estoy fuera del juego/ Si tú eres quien sana, eso significa que estoy roto y cojo/ Si tuya es la gloria, mía debe ser la vergüenza/ Quieres más oscuridad/ Matamos la llama/ Magnificado, santificado sea tu sagrado nombre/ Denigrado, crucificado, en el armazón humano/ Un millón de velas encendidas por la ayuda que nunca llegó/ Quieres más oscuridad/ [En hebreo] Aquí estoy, aquí estoy/ Estoy listo, Señor.)

Ya en 1915, Freud afirmaba en su texto “De guerra y muerte. Temas de actualidad” lo siguiente: “Hemos manifestado la inequívoca tendencia de hacer a un lado la muerte, a eliminarla de la vida. Hemos intentado matarla con el silencio;” A día de hoy, merced a la patologización del duelo que propicia el discurso DSM y otros como el de la regulación emocional, un hombre quebrado por la pérdida de su hijo es alguien que arruina las celebraciones con su enfermizo empeño en no olvidar lo sucedido -como muestra The Invitation-.

Frente a tanta frivolidad, en los álbumes Blackstar y You Want It Darker podemos escuchar las últimas palabras de dos artistas que se sabían próximos a morir. No encontraremos equilibrio, comunión con la naturaleza ni paz, más bien la resignación de dos personas que aún gravemente enfermas continuaban aferrándose a la vida. Por eso, sus palabras suenan verdaderas.

 

Notas

[1] El videoclip del segundo single, Lazarus, muestra a un Bowie en cama y con la cara cubierta por una venda con dos botones en el lugar de los ojos. Una presencia fantasmagórica aguarda debajo de la cama. https://www.youtube.com/watch?v=y-JqH1M4Ya8

[2] https://www.youtube.com/watch?v=sE1Zcngd3VA

[3] Agradezco a mi colega Soledad Székely la traducción de esta letra.

[4] https://www.youtube.com/watch?v=v0nmHymgM7Y

 

Bibliografía

– Freud, S. “De guerra y muerte. Temas de actualidad” (1915), Amorrortu Editores, Buenos Aires, 2008.

 

Comentarios (2)

  • Verónica Fernández

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    Muy buen análisis de la película y cerrar este texto con las citas de dos grandes cantautores que nos han transmitido sobre la vida, incluso al filo de ésta.

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    • José Carlos Palma

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      Gracias, Verónica.

      Reply

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