Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

Orientación del educador ante la crisis de autoridad en la adolescencia

La autoridad, actualmente, parece entendida como la imposición de la voluntad de una persona sobre la voluntad de otra. La asociamos pues, con lo arbitrario, lo irracional, lo violento o lo jerárquico y por lo tanto algo que debe ser erradicado. La realidad es que la mayoría de veces que usamos una palabra, no sabemos cuál es su significado original.

El tema de este texto es en relación a la autoridad en el campo de la educación, de lo escolar, lo reglado y lo no tan reglado. Mi objetivo es pensar en la autoridad en el trabajo de educador con adolescentes. El interés por este colectivo específico, reside en que podemos pensar en la adolescencia como uno de los momentos vitales más frágiles, así como un momento en que el concepto “autoridad” resulta especialmente confuso, es decir, una etapa en la que encontramos una clara crisis de autoridad.

(Imagen: Pawel Norbert and Lukasz Murgrabia’s “Shadows”; Francis Bacon’s 1972 triptych recreated)

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Autoridad bien entendida vs. Autoritarismo

Para contextualizar el tema, considero necesario hacer una distinción entre la autoridad entendida, por un lado, como un acto autoritario que se vincula con la obediencia, que se ejerce cuando ya se posee o se ha sido previamente investido de esta, y por otro lado, como un acto autoritativo, que implica reconocer la autoridad de alguien en tanto un reconocimiento del “saber” del otro. Esta última visión del concepto lo toma como un acto no arbitrario, sino voluntario y racional. Así pues, podemos entender que el autoritarismo es la degeneración de la autoridad (Straehle, 2015).

Como ya refirió Hannah Arendt (1961), la autoridad bien entendida supone un reconocimiento y no necesita persuasión ni fuerza para imponerse. El que tiene autoridad la basa en el lugar que ocupa, en lo que representa.

Desde esta perspectiva, el concepto de autoridad deja de tener una connotación negativa, ya que comporta una relación que no nos anula ni determina, más bien todo lo contrario, es susceptible de permitirnos un crecimiento.

 

¿Hay una crisis de autoridad en la educación actual?

Respecto al ámbito que a mí me atañe, la educación desde la escuela u otras instituciones educativas, parece que la tendencia actual es cuestionarse aspectos relacionados con: ¿Cómo lograr que los alumnos de hoy obedezcan a sus educadores como los de antaño? ¿Qué podemos hacer como maestros para mantener el orden y ambiente de trabajo en las aulas? El discurso se presenta en forma de idealización de la educación de antes, insistiendo en que la de hoy, así como la propia autoridad, están en crisis.

La realidad es que si echamos la vista atrás, ya en los años sesenta Hannah Arendt (1961) escribía sobre la crisis de la educación como algo ligado específicamente a la crisis de autoridad, y daba una orientación fecunda de esta, al afirmar que: “…una crisis es una ocasión de producir algo nuevo; no hacerlo y buscar soluciones caducadas, eleva la crisis a catástrofe…”.

A su vez, los estudios de Michel Foucault (1976) nos ayudan a comprender que la idea de crisis está involucrada en la misma configuración de las instituciones modernas y, consecuentemente, de la misma modernidad en su forma específica de organización institucional, es decir, la sociedad disciplinaria. La razón, como ha mostrado Foucault en sus estudios genealógicos de los años setenta, es sencilla: siempre y cuando se trate de una crisis institucional, la solución esperada depende de la intensificación o de la reestructuración de las prácticas y discursos disciplinares en crisis, ya que éste es el motor mismo de funcionamiento de las instituciones que constituyen la base de la sociedad moderna disciplinar. De hecho, para Foucault no puede haber una sociedad disciplinar sin la idea de crisis, de indisciplina y de anomia, que constituyen el negativo necesario al proyecto moderno de la fabricación del individuo sano, dócil y útil.

Así pues, podemos deducir de esto que la nostalgia del pasado no es la mejor orientación para pensar en la educación de hoy. No se trata de restaurar lo que había, ni tampoco de entregarse sin más a las demandas actuales, se trata de producir lo que no hay, de buscar nuevas soluciones o maneras de hacer que nos acerquen a la época actual, sin caer en intentar adaptar los métodos supuestamente eficaces a los adolescentes de hoy, más bien adaptando el método a la subjetividad del adolescente.

 

¿Dónde está hoy lo imposible?

Lo imposible es estructural, como muy bien lo señaló Freud cuando se refirió a las tres profesiones imposibles: analizar, gobernar y educar (Freud, 1937).

En todo caso, podemos preguntarnos por lo imposible en los adolescentes. Se puede considerar que “la adolescencia misma, como momento subjetivo, supone una crisis de autoridad, ya que supone un desasimiento de las figuras parentales, un tomar distancia del discurso del Otro y un intento de articular la propia enunciación así como la propia responsabilidad. Los padres ya no tienen el lugar ni la autoridad que tenían en la infancia y eso permite la salida exogámica” (Tizio, 2015).

Así pues, entendemos que por la propia etapa vital, o bien por la época en la que nos encontramos, durante la adolescencia hay una caída de la autoridad. Entonces, ¿qué lugar podemos ocupar los educadores ante esta?

Reconocemos la autoridad de un poeta por su creación, la de un carpintero por su técnica, pero, ¿pasa lo mismo con los educadores? Desde esta perspectiva, el educador debería ser investido de autoridad ante sus alumnos, al representar una figura importante a la que se le debe reconocer su “saber” sobre lo que este es conocedor. Sin embargo, si lo pensamos desde una definición de autoridad bien entendida, el educador no posee la autoridad por la figura que representa, sino que es decisión del adolescente/alumno otorgársela o no hacerlo.

Tal vez el problema resida en el empeño de los mismos educadores en ser la autoridad para estos chicos, cuando ésta, como hemos dicho, implica el reconocimiento que se produce sin pedirlo. Para el discurso de la educación, una diferencia útil puede hacerse entre la autoridad que busca la obediencia del sujeto y la autoridad que se ofrece como instrumento para que el sujeto pueda alcanzar lo que quiere (Tizio, 2015).

Finalmente, Lo imposible no cambia, pero sí pueden cambiar las formas de tratarlo y con ello los efectos que se producen.

 

Entonces, ¿qué puede hacer el educador por representar la autoridad para el adolescente de hoy?

Es posible ser profesor con autoridad y sin autoritarismo, o representar la autoridad sin ser autoritario; lo que es difícil es serlo en un sistema pedagógico que convierte al alumno en un espectador pasivo de conocimientos, un sistema que desconoce  tanto la figura de profesor que lo convierte en carcelero. Se trataría pues, de ejercer una autoridad que oriente en relación al sujeto y no hacia el autoritarismo del castigo.

Por otro lado, la educación de hoy tiene que competir con las ofertas del mercado; todo se puede conocer, consultar y aprender mediante las nuevas tecnologías, y por tanto los educadores tienen que hacer una buena oferta si pretenden recibir el interés de sus alumnos y de esta manera poder, en algún momento, representar para ellos una figura de autoridad.

Hoy los sujetos alumnos saben valorar si hay una oferta educativa interesante en juego y otro que apuesta por su singularidad, o si se trata de letra muerta (Tizio, 2015). No confundamos la aparente falta de deseo por aprender del adolescente, con la dificultad del educador para transmitir su propio deseo. Tal vez, como educadores, tengamos que preguntarnos cómo despertar el deseo hacia el aprendizaje en estos chicos, que pueden hallarse en un momento subjetivo de crisis que a menudo obstaculiza su interés por aprender. El núcleo de la autoridad no está en el poder sino en el reconocimiento del saber del otro, así como en el deseo puesto en juego; Quizás sostener y transmitir nuestro deseo como educadores, un deseo por enseñar y un deseo por que los adolescentes aprendan, sea una buena manera de orientarse.

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

Arendt, H. (1961). “La crisis en la educación” en Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre reflexión política. Barcelona, España: Península.

Foucault, M. (1976). Vigilar y castigar. Siglo XXI: México.

Freud, S. (1937), “Análisis terminable e interminable”, en Obras Completas, tomo XXIII, Buenos Aires: Amorrortu Editores, 1976.

Straehle, E. (2015). Algunas claves para una relectura de la autoridad. La Torres de Lucca, (7), p. 171-207.

Tizio, H. (2015). ¿Crisis de autoridad? Recuperado el 10 de Abril de 2016 de http://crisis.jornadaselp.com/textos/crisis-de-autoridad-blog-crisis-pregunta-a-hebe-tizio/

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