Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

Reseña de ‘Clinamen’, de Oriol Alonso Cano

Permítanme empezar con una pregunta: ¿Cómo se hace la reseña de un libro de poesía? La manera correcta de hacer tal reseña, ¿sería aplicarle el estilo del “comentario de texto” que nos enseñaron en el colegio?

Si fuera el caso, entonces tendría que comenzar analizando la métrica y la rima del poemario de Oriol Alonso Cano. Poco podría decir, salvo que los versos de Clinamen están escritos en rima libre. Finiquitado el comentario sobre la forma de los poemas, restaría únicamente hablar de su contenido. Y aquí, cual estudiante afanado en obtener una buena nota, podría decir cosas como que en uno de ellos, el poeta baña en ácido un cuerpo supuestamente femenino. Y podría divagar a continuación con significados que remitiesen al desamor, la pulsión de muerte o incluso el horror a lo femenino. Quizá no sea la mejor opción. Vamos a intentar aproximarnos a este libro de otro modo.

Primero de todo, hablemos del título. Si echamos mano del comodín Google, averiguamos que la teoría del clinamen designa la impredecible forma de desviarse que experimentan los átomos en la física de Epicuro. Pero mejor dejemos que el propio autor nos lo explique, tomando sus declaraciones en una valiosa entrevista para una radio argentina: “Los átomos se definen por su caída libre. Para que se constituya la realidad, es necesario que estos átomos se desvíen de esta caída libre que tienen. El clinamen es esa fuerza originaria, es ese movimiento espectral, es ese elemento imponderable que hace que los átomos se desvíen y choquen entre ellos y configuren las diferentes cuestiones que presuntamente nosotros vemos.”(1)

Los átomos ya aparecen en el poema que abre el libro: “Soy la lágrima que recorre tu mejilla/ fosilizando cada átomo de tu piel”(2). Y reaparecerán más adelante en otro de los textos: “engrasando un placer egoísta sólo reconocible/ para mis átomos,”(3). Partículas que en su pequeñez ponen un límite a lo divisible, en los versos de Oriol los átomos parecen dar cuenta del más íntimo de los goces.

Ya que me he lanzado a citar al poeta, destacaré el uso que hace de significantes que aluden a la suciedad y la corrupción, contrapuestos a otros que designan lo bello y lo puro.

“Impoluto”(4) se opone a “podredumbre”(5). O bien, “la putrefacción”(6) y “lo fétido”(7) no logran evitar que “en nuestra mirada/ sólo pervive/ la belleza de tus cimientos”(8).  El cuerpo -fachada arrogante de una belleza que intenta enmascarar la descomposición- desaparece tras la irrupción de lo inesperado. Lo que no puede borrarse es su marca, su recuerdo. También puede el cuerpo volver a formarse, como asegura en primera persona otro de los poemas. Pero es éste un proceso fuera de todo orden conocido, una “(re)construcción perversa”(9).

La mutilación, la corrosión, la mancha que se agranda hasta quebrar la cotidianidad. También, y no siempre por contra, el (re)nacimiento y “una mirada limpia/ de rencor”(10) habitan los versos de Alonso Cano. Si se preguntan qué lleva al poeta a incidir en tales temas, la respuesta no la hallarán aquí. Pero les remito a la entrevista que cité al inicio del texto, donde Oriol da una indicación bien interesante del lugar desde el que escribe.

No queda ya más que cerrar estas líneas recomendándoles la lectura de Clinamen. Porque, si como afirmó el psicoanalista Jacques Lacan, “el poeta se produce al ser devorado por los vers [homofonía en francés entre ‘versos’ y ‘gusanos’]”(11), podemos asegurar que Oriol Alonso Cano no sólo es devorado por ellos. Es desgarrado y destripado, para ser después (re)construido.


[1] https://www.youtube.com/watch?v=bWyjgmBm9P8&list=LL&index=1&t=12s

[2] Alonso Cano, Oriol, Clinamen, Cuadernos del Laberinto, Madrid, 2021. p. 7

[3] Op. cit. p. 38.

[4] Op. cit. p. 11.

[5] Ibid.

[6] Op.cit. p. 16.

[7] Ibid.

[8] Op. cit. p. 17.

[9] Op .cit. p. 30.

[10] Op .cit. p. 15.

[11] Lacan, Jacques, Psicoanálisis, Radiofonía & Televisión, Anagrama, Barcelona, 1977, p. 6.

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