¿Síntoma psicótico en la psiquiatría?
… el padre mira al niño, cuando está enroscándose en los brazos de su madre. Y éste le pregunta: “¿por qué me miras?”. El padre contesta: “porque eres lindo”. A lo que el niño responde: “soy un tramposo de oficio”.
“Esta interrogación, ¿Por qué me miras?, está dirigida al Otro, del sujeto hacia el Otro: ‘¿Qué soy para ti?’. El padre está fascinado. (…) Es una trampa por parte del padre: en vez de enfrentarse con el Otro, prefiere jugar con el niño. Lo utiliza como respuesta, en vez de enfrentarse a esa pregunta con la que creo que cada uno de nosotros se ha enfrentado alguna vez en la vida. Como cuando la mujer amada pregunta: “¿En qué estás pensando?” y una de las respuestas más habituales es “En que eres bella“.” (Laurent, 1999)
En el escenario clínico, se nos puede presentar de cara a esta pregunta que desprende Laurent de un caso de Lacan: ‘¿Qué soy para ti?’. Interrogante que no parece llegar por primera vez a la cabeza de quien la formula, sino que resuena como un lastre con el que se carga por un largo tiempo.
Dar respuesta no es cosa sencilla, es menester admitirlo. Eso sí, siempre y cuando se dé lugar a esta demanda con la base ética de que cada quien está en su propio mundo; y de cómo esto tiene implicaciones únicas para cada sujeto. Además de que será el analizante el único titular de ese saber no sabido, un sujeto que es en sí mismo una falla, como diría Lacan. Es en ese dinamismo en el que todo se juega a nivel de las identificaciones que llenan esa falla donde se halla la locura de cada quién, esas mismas en las que el sujeto involucra su ser y su verdad.
Ahora, si remitimos esta pregunta como este padre a su hijo, evitando la pregunta real acerca de ese saber primordial – el lugar del sujeto en la vida del Otro – podemos dirigirnos a esas respuestas de absoluta certeza que dicen qué eres. Algunos destinos serían: el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), o la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). Son manejados por una mayoría de psiquiatras con una mano en la cintura, con lo que terminan dando respuestas al interrogante de manera similar: “porque eres lindo”. Lo que en la consulta con el sujeto sería equivalente a: “porque estás enfermo, porque tienes ansiedad generalizada con depresión mayor, con tendencias de bipolaridad sin especificar, además con TOC, por eso te miro, por eso te miran, por eso estás acá, por eso vas a tomar estos medicamentos”. Con certeza, sin rasgo de duda (ni siquiera cuando se menciona en el diagnóstico el “inespecífico”) ¡Vaya paradojas!
Parece dejarse por fuera el deseo particular de cada sujeto, se borra el caso por caso y la particularidad de cada delirio, de cada fenómeno elemental que es único en los sujetos. Con sobremedicación y cierto reduccionismo se somete a los sujetos; con recetas iguales para “estos casos”, como se escucha decir en el discurso médico. No se sabe si es para pararse frente al paciente defendiéndose ante el desconocimiento del ser que llega a consulta, con cierto temor de escuchar lo que el otro tiene para decir, para revelar. Tal como ese padre que se defiende de esa mujer dirigiendo la respuesta a su hijo, evitando enfrentar el asunto real: quiere una madre para su hijo, omitiéndola como mujer, desviando el objeto de deseo.
Puede ser común para algunos de nosotros recibir noticias de la manera en que la psiquiatría responde como el Otro de la farmacología y los manuales, jugando con los pacientes – por nombrar estas prácticas de un modo menos fuerte- dejando por fuera la mayoría de veces las preguntas más trascendentales y humanas de cada sujeto, aquellas que subyacen a la raíz de su malestar. Se nos cuenta o hasta hemos presenciado la experiencia de una gran cantidad de pacientes en varios despachos de psiquiatría: allí el médico tiene en medio un ordenador. Mira por encima de éste al consultante, le hace unas preguntas básicas y estructuradas. Asoma su cabeza de vez en cuando para tener un poco de contacto visual con el paciente, sin perder la actividad motora de sus dedos en el teclado, ni de su vista de la pantalla. En tiempo récord tiene acceso a los antecedentes familiares en los campos biológicos y mentales, gustos del paciente en cuestión, hábitos, síntomas, períodos de duración, grado de escolaridad, estrato socioeconómico, estado civil y motivo de consulta actual – de preferencia que sea uno solo – y listo… Aquí un ejemplo mezclado de algunos casos clínicos “usted tiene un duelo patológico, ya que lleva dos años llorando a su hija muerta. Tiene que superar esto señora, el consumo de marihuana le hace daño a su salud, no se puede quedar llorando toda la vida a un ser que no va a volver. A su mail le llega el recetario. Tome media tableta en la mañana y la otra media en la noche. En tres meses nos vemos. Que tenga buen día”.
Esta cuestión se ha convertido para muchos en algo de oficio: “así funciona el sistema”. Esto se asemeja más en cierta perspectiva – para no decir que la propia – a aquello que encontramos en el Seminario 3 de Lacan acerca de las alucinaciones en las psicosis “… ciertos fenómenos elementales, y especialmente en la alucinación que es su forma más característica, nos muestra al sujeto totalmente identificado a su Yo con el que habla, o al Yo totalmente sumido bajo el modo instrumental. Que en el momento en que aparece en lo real, es decir en el cuerpo, característica fundamental del fenómeno elemental, el sujeto habla con su Yo (su propia persona), es como si un tercero, su doble le estuviera hablando y le hiciera comentarios de su actividad”.
¿Acaso esto no es lo que hacen varios psiquiatras como el descrito en el párrafo anterior? Le habla al ordenador como una extensión de su Yo, se identifica con lo que en éste encuentra, habla con total certeza y parece sumido bajo el modo instrumental de ese saber en la pantalla, en el instrumento literalmente. Siguiendo a Lacan en el Seminario 3 (p. 29), se nos recuerda que la referencia a la locura forma parte del lenguaje de la sabiduría. ¿No parecen estos diagnósticos un discurso de sabiduría? A muchos pacientes no les cabe duda de que la psiquiatría puede calmar el sufrimiento y acallar el delirio. Sin embargo, desde el psicoanálisis sabemos que esto en algún momento puede quebrarse, y es ahí donde aparecemos. Sin más certeza que nuestra propia duda, con un instrumento que no es una extensión del yo, sino que viene extraído de la ética: la atención flotante, siendo secretarios del alienado.
Tenemos pues varios criterios en la evaluación a cierta psiquiatría hundida en la farmacología – pongámonos a la altura del discurso científico de la psiquiatría – que hemos venido nombrando: forclusión (del discurso del paciente), certeza absoluta de lo que se dice y se ve en el paciente, sujeto totalmente identificado/alienado con su Yo (manuales que están en su ordenador), con el cual habla, sumido en un lenguaje de sabiduría. Impresión diagnóstica: la psiquiatría parece tener tendencias del síntoma psicótico.
Ahora bien, no nos podemos quedar en el diagnóstico. ¿Cuál será el tratamiento?
La psicosis no se cura, se escucha, ni siquiera se debe direccionar al plano de la comprensión por ser precisamente la palabra el punto de referencia en cada caso de la psicosis. La cual, como los fenómenos elementales y sus delirios, es irreductible, como diría Lacan. La medicación guiada de manera responsable en algunos casos de psicosis se hace necesaria, pero está claro que no da alcance total al lugar que el sujeto demanda para sí mismo. Por eso el psicoanálisis aporta de manera responsable ese espacio en que el sujeto logra encontrar cierto borde que puede permitirle algunas invenciones y suplencias que le permiten ser. Encontrar puntos de almohadillado y de contención que solo serán hallados en la construcción a través de sus palabras resonantes, atendidas en el marco de atención flotante que brinda el analista. Analista que no lo ataca ni le etiqueta, y que pone a disposición la desarticulación de un discurso ideal del Otro, abriendo paso al discurso propio del analizante.
BIBLIOGRAFÍA
Laurent, E. “Hay un fin de análisis para los niños” Buenos Aires, Argentina. 1999, pág. 17. Sobre un caso de Lacan encontrado en “Historia del psicoanálisis en Francia” de Roudinesco, E.
Miller, J.A. “Todo el mundo es loco”. Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller. Buenos Aires, Argentina. 2015. Pág. 165. Paidós.
Lacan, J. Las Psicosis. Seminario 3. 1955-1956. Paidós. Pág. 26 y 27.
Lacan, J. Las Psicosis. Seminario 3. 1955-1956. Paidós. Pág 35 y 305.