Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

La repetición y sus paradojas desde dos miradas: budismo y psicoanálisis

La sabiduría oriental ha captado el interés de varios analistas posfreudianos. Así fue para Jacques Lacan con el pensamiento y la escritura china, o el budismo, especialmente en su corriente zen. El estilo de su enseñanza es parecido a la del maestro zen, que no propone un sistema de pensamiento cerrado, sino vivo. Como referencia está, por supuesto, nada menos que el pasaje de apertura tanto del Libro 1 de El seminario como de todos los demás que Lacan enseñará:

El maestro interrumpe el silencio con cualquier cosa, un sarcasmo, una patada. Así procede, en la técnica zen, el maestro budista en la búsqueda del sentido. A los alumnos les toca buscar la respuesta a sus propias preguntas. El maestro no enseña ex cathedra una ciencia ya constituida, da la respuesta cuando los alumnos están a punto de encontrarla. Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento: que, sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas es un error. Cada noción posee en él vida propia. Esto precisamente es lo que se llama dialéctica. (Lacan, 1953, p. 11)

Obra original de Mitsuru Nagata

Por su lado, Adriana Rubinstein (2009) escribe sobre el deseo del analista y hacia la mitad del texto sorprende con un paralelismo, una posibilidad de articulación entre la posición del analista y aquella del sabio oriental. En sus líneas, de manera precisa, rescata ciertas nociones filosóficas y, sobre todo, técnicas del maestro oriental que considera valiosas para el analista practicante.

La propuesta de este ensayo es la de una conversación entre el budismo y el psicoanálisis en torno a sus respectivas miradas del concepto de repetición, para intentar descubrir nociones parecidas o puntos en común en cuanto a esa idea tan enigmática como fundamental para pensar al ser humano, y la cual ha sido tomada en cuenta desde tiempos remotos. Y siempre como un acontecimiento paradojal.

Nos preguntamos: ¿Qué es la repetición para el budismo y el psicoanálisis? ¿Cómo están implicados la repetición y el sufrimiento? ¿Por qué algunos seres humanos se ven abocados a una vida de sucesivos desencuentros? ¿Cómo puede darse una lógica tan inexorable que nos conduzca siempre a lo mismo y cómo plantarse frente a lo que se vive inevitablemente? Y en cuanto a la cuestión de su posible dignificación desde estas perspectivas: ¿Podría la repetición verse en dualidad, tanto un obstáculo como una oportunidad para la transformación personal? ¿Ser entendida como un fenómeno tanto destructivo como creativo en el ser humano?

Son muchas las tradiciones filosóficas y espirituales orientales que toman en cuenta la repetición como un elemento fundamental para la vida humana, sobre todo en relación al sufrimiento y la liberación, como el hinduismo y sus distintas vertientes, en especial el budismo zen, y también el taoísmo. Para abordar esto, nos basaremos en la exposición de los principios fundamentales de la doctrina budista del monje y doctor en filosofía Walpola Rahula (1959) para realizar el desarrollo. Un primer término fundamental asociado a la repetición en el budismo es el samsara ,entendido como el ciclo de existencia y continuidad, de vida, muerte y renacimiento. El mismo es causado principalmente por la ignorancia y el deseo, es decir, mientras haya sed de ser, el ciclo continúa y sólo puede parar cuando la fuerza que lo impulsa es detenida por la sabiduría.

Rahula explica que cuando la persona cultiva su sabiduría a través de Las Cuatro Nobles Verdades, logra ver la Verdad, la realidad de las cosas como son, y las fuerzas febriles que producen la continuación del samsara cesan porque ya no hay más ilusión ni sed de continuidad. En relación a esto, expone: “Es como una afección mental que es curada cuando la causa o el secreto de la enfermedad es descubierta y vista por el paciente” (1959, p. 43).

Un primer punto en común entre budismo y psicoanálisis que podríamos rescatar es que la repetición es parte de la existencia humana. Según la idea anterior y como veremos más adelante, para el budismo es además condición de: cuando esta sed se acaba y dejamos de repetir, dejamos de existir. No hay continuación del samsara. Ahora bien, podemos notar que esto también establece una diferencia, ya que para el psicoanálisis la repetición siempre está, como parte de un traumatismo estructural de los sujetos. 

Lo anterior nos acerca a los siguientes términos fundamentales: el de samkhara y el de karma. Ambos cuentan con diversas acepciones; en este caso, nos interesa la acepción de samkhara que se refiere a las formaciones o actividades mentales que producen un efecto kármico. Asimismo, tomaremos en cuenta la definición de karma relativa a la acción volitiva, acciones intencionales del cuerpo, el discurso y la mente. Rahula explica:

Los términos ‘sed’, ‘volición’, ‘volición mental’ y ‘karma’ todos denotan lo mismo: el deseo, la voluntad de vivir, de existir, de re-existir, de convertirse en más y más, de crecer más y más, de acumular más y más. Esta es la causa del surgimiento de dukkha (sufrimiento) (1959, p. 31).

En una nota al pie de página, el editor señala que sería interesante comparar esta “volición mental” con el concepto de “libido” de la psicología moderna. Es llamativa esta anotación. Las explicaciones de Rahula apuntan a que samkhara y karma son conceptos asociados a la voluntad, es decir, a la acción consciente. Entonces, ¿por qué se sugeriría una comparación entre un fenómeno aparentemente volitivo con otro que ciertamente no viene de la voluntad? El pasaje anterior recuerda a conceptos como pulsión y goce.

Así descritas, la sed de más y más, las ansias de seguir creciendo y acumulando, sería justo considerar que no parecen manifestaciones comedidas, reguladas, sino difíciles de controlar, más allá de la dirección consciente de la persona, que parece llevada a caer en patrones perpetuantes de su existencia sufriente. Sigmund Freud en su Más allá del principio del placer (1920) intenta dar cuenta de un fenómeno pulsional de repetición que devuelve a las personas toda clase de ocasiones displacenteras, dolorosas e indeseadas que no responden al principio del placer. Un concepto de pulsión que sigue la línea de sus desarrollos previos, como lo expone Lacan en la clase “Desmontaje de la pulsión” del Libro 11 de El seminario (1964): una fuerza constante, cuya satisfacción siempre es parcial, por lo que se mantiene activa y exigente en un vaivén, y que “se contenta” a pesar del sujeto. En línea con esto, parece una fuerza que exige a las personas satisfacer “algo que sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos” (p. 173), que insiste y se repite incluso cuando genera sufrimiento.

Tomemos en cuenta el concepto de dukkha, descrito por Rahula como “la naturaleza de la vida, su sufrimiento, sus tristezas y alegrías, imperfecciones e insatisfacciones, su impermanencia e insustancialidad” (p. 50). Es otro término amplio que se usa para referir distintas nociones según el contexto; sin embargo, como lo explica más adelante, una de las nociones más comunes de dukkha es la del sufrimiento en forma de una “sed”, ansia o deseo que produce la re-existencia, es decir que perpetúa el samsara, recordemos, el ciclo de continuidad. Esta “sed” o pasión codiciosa logra deleitarse de vez en cuando y surge en relación a placeres sensoriales, a la existencia y el devenir, y a la no existencia o aniquilación. Asimismo, dukkha comprende todas las cosas condicionadas y sujetas al cambio. Rahula explica que cuando logra verse en sabiduría que todo en la vida tiene un sustrato de dukkha, de infelicidad o insatisfacción, y se reconoce la impermanencia también de esto, la persona deviene desapasionada hacia el sufrimiento doloroso, la insatisfacción y el vacío.

También dukkha nos remite a la pulsión y el goce. Lacan, al hablar de la pulsión parcial y su circuito, explica que ésta es la única transgresión permitida al principio del placer. Esto nos sugiere una cuestión. ¿Podemos aceptar que si la pulsión se repite en un circuito que transgrede el principio del placer, y hace a las personas sufrir, esto pueda cumplir algún tipo de función para el sujeto? ¿Qué posibilidad puede abrir eso?

Repetir y reproducir situaciones de dolor, buscar constantemente una satisfacción al sufrimiento, nos hace pensar en el goce. Pero, al ponerse esto en marcha en transferencia, se abre la posibilidad de hacer algo inédito con ese acontecimiento fijo de goce. Quizás, de crear una solución nueva que, en palabras de Lacan, permita al goce condescender al deseo.

Un estudio más profundo y detallado de cada concepto, quizás considerando otras fuentes, podría dar cuenta de relaciones más específicas entre los términos; sin embargo, es interesante observar que también el budismo posee términos que comparten una esencia relacionada intrínsecamente y que resulta difícil definirlos de forma separada. 

Pongamos en relevancia un punto importante. Las nociones budistas expuestas indican claramente que las acciones volitivas (samkharas y karma) determinan la continuidad de la existencia (samsara) y nuestro destino en las siguientes vidas. Ante esto surge una inquietud: si está todo dentro de nuestro control voluntario, ¿por qué no dejamos de repetir? ¿Por qué prevalece la sed? Para intentar encontrar alguna noción del inconsciente en esta perspectiva nos hemos preguntado: ¿qué determina las formaciones o actividades intencionales? Es cuando rescatamos el concepto de la ignorancia.

Rahula expone una fórmula llamada la Génesis Condicionada, que sigue los principios budistas de condicionamiento, relatividad e interdependencia y explica “toda la existencia y continuidad de la vida y su cesación” (Rahula, 1959, p. 53). Esta fórmula resulta muy interesante, porque en ella queda claro el factor de la ignorancia como partícipe de la repetición del samsara. Por considerarse que la Génesis Condicionada funciona como un círculo y no como una cadena, no podemos afirmar que la ignorancia sea algo causal; sin embargo, resulta interesante que en el ordenamiento explicativo de este proceso se la enlista en primer lugar: “1. A través de la ignorancia se condicionan las acciones volitivas o formaciones de karma” (Rahula, 1959, p. 53). La fórmula avanza en sus 11 pasos condicionados, y se explica que, si la tomáramos en condición reversa, todo el proceso cesaría. Entonces, con el cese de la ignorancia, lo mismo ocurriría con las actividades volitivas o formaciones kármicas.

Según lo anterior, las acciones voluntarias parecen tener cierta relación (de determinación, cabe decir) con aquellas cosas que se ignoran, podríamos pensar, que no se saben, no se recuerdan o no se está abierto a experimentar. Esto evoca el desarrollo de Freud en Recordar, repetir, reelaborar (1914), donde presenta la idea de que eso reprimido que el analizado no recuerda lo actúa: “no lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo hace” (p. 152).

La cuestión de la Génesis Condicionada hace surgir otro planteamiento interesante para comparar con el psicoanálisis: la del libre albedrío. En la lógica budista, la existencia entera es relativa, condicionada e interdependiente, por lo que no admite una libertad del yo como se plantea desde otras perspectivas occidentales. Tal como se expone en la fórmula mencionada, se considera que estamos condicionados por la ignorancia, el deseo, la sed, el aferramiento, entre otros factores; es decir, no hay voluntad independiente de su causa. Por otro lado, se considera que tampoco hay voluntad independiente de su efecto (karma). 

Lo anterior nos remite a la clínica de las consecuencias. En un pasaje de Alejandro Anastasio Campot (2023) encontramos una idea interesante:

La posibilidad y facilidad por parte del individuo en asumirse responsable nos indicará cuánto puede o no ser arrasado por el devenir absoluto de la inconsciencia del eje horizontal (enfermedad), deviniendo así puro efecto de fuerzas o mociones pulsionales/energéticas que imprimen tendencias, i.e., repeticiones de patrones de reacción (saṅkhāras, en términos del budismo de los orígenes), produciendo efectos de densificación concretos en su vida; efectos, por lo tanto, kármicos. (p. 3)

Podría pensarse que tanto el budismo como el psicoanálisis implican la responsabilización del individuo en su proceso de sanación, incluso al encontrarse determinado por causas que menoscaban su libertad. Retomando una pregunta planteada al principio, ¿por qué algunas personas se ven abocadas a una vida de sucesivos desencuentros?, si bien desde ambas perspectivas se considera que existir implica repetir, la clave que nos ofrece este pasaje es que mientras no se adopte una posición activa con respecto a las consecuencias de las voluntades, conscientes o no, los desencuentros serán más sucesivos, desagradables, y la salida de la lógica de dichos efectos será menos elucidable.

Nos hemos planteado el fenómeno de la repetición como un obstáculo que implica el sufrimiento y la perpetuación de una existencia mundana, sin embargo, ¿cabría pensar que la repetición ofrece a las personas la oportunidad de aprender, de superar la ignorancia, la sed y el apego y transformarse en otra cosa?

Siguiendo una posición budista, no habría que romantizar la repetición: las personas no buscan caer en ella porque sea necesario para la autorrealización sino porque es inevitable hacerlo dada la naturaleza humana. En este sentido, Rahula busca aclarar que el budismo no es una perspectiva ni pesimista ni optimista, sino realista: mira las cosas de forma objetiva, te dice quién eres, qué es el mundo y cuál es el camino para la paz, libertad y felicidad.

El psicoanálisis no se autoriza tal posición de saber. En algo coincide con respecto a esto último: repetimos porque es inevitable. Sin embargo, si al tropezar con la misma piedra se genera algún tipo de pregunta, eso representa una oportunidad.

En el texto trabajado por Rahula se desarrolla, también, la insuficiencia del lenguaje humano para expresar ciertos asuntos. Hay preguntas que no pueden ser respondidas porque el lenguaje es pobre y no alcanza para explicar de forma completa la naturaleza real de algunas cuestiones. Se considera que las palabras son símbolos que representan cosas e ideas conocidas para nosotros, pero que estos símbolos no transmiten la verdadera naturaleza incluso de las cosas ordinarias; en línea con esto, el lenguaje se considera engañoso y equívoco en el asunto de entender la verdad. Se comenta que las personas “se quedan atascadas en las palabras, como un elefante en el barro” (1959, p. 36). 

Tomemos esto en relación al traumatismo que nos funda como sujetos hablados y hablantes: el encuentro del cuerpo con el lenguaje, momento en que ocurre una pérdida estructural que activará “una cita siempre reiterada con un real que se escabulle” (Lacan, 1966a, p. 62).

Una relectura de Más allá del principio del placer por Lacan (1966b) sugiere que la pulsión (siempre de muerte) es una actividad que intenta restaurar constantemente el corte traumático de la alienación y separación, esa pérdida original que nos divide y pone en falta, pero también nos subjetiva, instaurando la posibilidad de desear. ¿Se podría pensar una dimensión ética de la compulsión a repetir? En tanto la repetición de la pérdida nos mantiene en falta, ¿es esta la posibilidad de su dignificación? Siguiendo este punto podemos constatar que el budismo y el psicoanálisis guardan objetivos distintos con respecto al deseo. Con el primero se busca llegar al nirvana, concepto amplio que comprende la ausencia de deseo y la extinción de la sed (Rahula, 1950); mientras que con el segundo se busca más bien desvelar algo del deseo y moverse hacia él, poder contornearlo, bordearlo.

Se observa en la clínica que la repetición lleva a las personas a consultar: “me volvió a pasar, siempre ocurre lo mismo, otra vez estoy en esta posición, no logro salir de esto”. Aun siendo un acontecimiento marcadamente enigmático, este tipo de puesta en acto de la realidad del inconsciente se encuentra a disposición para el trabajo analítico, sobre todo cuando se pone en acción en el análisis en forma de transferencia, tomada por Freud en 1914 como:

Sólo una pieza de repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado (…) tenemos que estar preparados para que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de recordar, no solo en la relación con el médico, sino en todas las otras actividades y vínculos simultáneos de su vida. (p. 152)

Repetir en transferencia supone una oportunidad de trabajar en el vínculo esa compulsión y ese “más allá”. Freud advierte en este texto sobre los variados peligros de repetir y de qué maneras eso puede ocurrir en el curso del análisis. Sin embargo, abre un punto paradojal al proponer que cuando se ha vuelto viable la transferencia, el tratamiento logra impedir ciertas repeticiones significativas y “utilizar el designio de ellas como un material para el tratamiento” (p. 155).

En línea con esto, cabría considerar que las manifestaciones de retorno de lo reprimido (síntomas, sueños, actos fallidos) inquietan al sujeto porque le dan un mensaje de su más íntima verdad, y que la puesta en transferencia de estas mociones incomodarán de cierta forma al sujeto. Esto nos hace volver a la pregunta: ¿puede la repetición ser entendida como un fenómeno tanto destructivo como creativo?

Encontrarse frente a una repetición abre distintas cuestiones en el presente, útiles para el trabajo analítico. Por un lado, su carácter y poder actual (Freud, 1914) permiten posicionar al sujeto en una cuestión del ahora, y esto puede movilizar algo de la responsabilidad o rectificación subjetiva. Por otro lado, abrir la pregunta de qué función cumple eso en la vida de la persona y qué hacer con los efectos que eso produce. Si se está dispuesto a abrir, ampliar o ensanchar algo de esa repetición y que en ese ensanchamiento se cuele algo del deseo, y se acote algo del goce.



Referencias

Anastasio Campot, A. (2023). Acerca de la utilidad clínica del concepto de karma. https://alejandrocampot.com/c/publicaciones

Freud, S. (1914). Recordar, repetir y reelaborar. Otras Obras. Amorrortu editores.

Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer. Obras completas (Vol. 18). Amorrortu editores.

Lacan, J. (1953). El Seminario de Jacques Lacan- Libro 1: Los Escritos Técnicos de Freud. Paidós.

Lacan, J. (1964). El Seminario de Jacques Lacan- Libro 11: Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Paidós.

Lacan, J. (1966a). Escritos I. Siglo Veintiuno Editores.

Lacan, J. (1966b). Escritos II. Siglo Veintiuno Editores.

Rahula, W. (1959). What the Buddha Taught. Grove Press. https://media.voog.com/0000/0037/7838/files/Walpola%20Rahula%20-%20What%20the%20Buddha%20Taught.pdf.pdf

Rubinstein, A. (2009). El deseo del analista: saber hacer con lo que hay. Virtualia, Revista digital de la EOL, Volumen(19), 3-6. https://www.revistavirtualia.com/articulos/414/variedades/el-deseo-del-analista-saber-hacer-con-lo-que-hay

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