Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

‘Mommy’, cuando el amor no salva

Mommy (2014) es una película dramática canadiense de Xavier Dolan que parte de tres premisas: una madre viuda, un adolescente intenso y un diagnóstico que no dice nada. Este filme nos permite repensar, a partir del retrato que hace de la relación madre-hijo, la vacuidad de ciertos diagnósticos que se piensan casi sin los síntomas.

La película, que se sitúa en un distópico Canadá, empieza paradójicamente con una pantalla en negro y un texto que menciona una ley:

“En un Canadá ficticio llega un nuevo gobierno durante las elecciones federales de 2015. Dos meses después, se aprueba […] la polémica ley S-14, que estipula que los padres de hijos con problemas de conducta en una situación de apuro económico, peligro físico o psíquico, tienen el derecho legal y moral de confiar sus hijos a un hospital público, sin un proceso judicial”.[1]


Decimos paradójico porque, a pesar de ser justamente la que abre y cierra la película, es, a su vez, la gran ausente. Esta película en el fondo es un fragmento de la historia de una madre y un hijo sin esta ley operando como separación y la erotizada, violenta y ambivalente relación que se instala entre los dos.

Mommy empieza con Diane, la madre, acogiendo a su hijo Steve después de que este sea expulsado de la institución psiquiátrica donde está ingresado por mala conducta con lo que parece un ultimátum: o se hace cargo ella o que se ampare en “la polémica ley S-14”[2] y confíe su hijo a un hospital público. Y Diane, a pesar de la advertencia de la trabajadora del centro, “no por amar a alguien podemos salvarlo”[3], se decanta por la primera opción y se lleva a su hijo a casa. A partir de ese momento se empieza a desarrollar, a lo largo de la película, la compleja relación entre la madre y el hijo colocado en el lugar del fantasma de esta:

“Cuando la distancia entre la identificación con el ideal del yo y la parte tomada del deseo de la madre no tiene mediación (la que asegura normalmente la función del padre), el niño queda expuesto a todas las capturas fantasmáticas. Se convierte en el “objeto” de la madre y su única función es entonces revelar la verdad de este objeto.”[4]

Esta falta de mediación, la insuficiencia de la función paterna –casi de casualidad se menciona el fallecimiento del padre años atrás– es lo que da entrada a la instauración de este vínculo tan complicado entre ellos dos. Dice Lacan:

“Freud nos revela que es gracias al Nombre del Padre que el hombre no permanece atado al servicio sexual de la madre, que la agresión contra el Padre está en el principio de la Ley que está al servicio del deseo que ella instituye por la prohibición del incesto.”[5]

¿Qué pasa, pues, cuando el Nombre del Padre es inadecuado? El hijo “permanece atado al servicio sexual de la madre”[6] que en Mommy se traduce en una erotización de la relación entre madre e hijo: el adolescente queda trabado en el lugar de objeto de causa del goce de la madre.

Este acercamiento erotizado va emergiendo de manera más o menos sutil, vamos viendo como la idea de la relación del hijo como objeto de goce de la madre es sugerido de manera constante con las continuas insinuaciones por parte del hijo, y todo el lenguaje que emplea el hijo buscando incidir siempre en la idea de ellos dos, “Nadie puede ayudarnos. […] Somos solo nosotros dos, ¡el resto que se vaya a la mierda!”[7]. Ante este lenguaje que juega con el límite, intentando siempre dejarlo un poco más lejos, un poco más difuso, Diane ríe, entra en el juego, coloca al hijo en la posición de fetiche, ligado a la satisfacción fálica de ella, y aquí nos aparece como él, sujeto no pasivo, tiene respuestas y responde con la perversión y, con ella, la necesidad de angustiar al otro, sea la vecina, el abogado o la madre, personajes todos ellos que en algún momento lo reciben desde este lugar en el que Steve está colocado.

La perversión del hijo, a la que le han puesto nombre, un diagnóstico de TDAH, se traduce en el protagonista con la intensidad que comentábamos al principio, que oscila entre la violencia y lo sexual, entre el amor y el odio, entre la llamada al otro y el desborde pulsional. Desde esta perspectiva de la situación es interesante contemplar la intensa y erotizada relación con su madre, así como los ataques de ira de Steve que se van sucediendo a lo largo del film.

Resulta evidente esta erotización cuando se escenifica en dos besos entre Diane y Steve, en dos tiempos y con una evolución significativa. El primer beso en los labios pero barrado por la mano del hijo: “solo una mano que silencia o evita el beso, anuncia el color de una versión de la madre en el límite incestuoso, jamás cruzado, pero que imprime su marca de intrusión, acusación, supervisión mutua del sexo del otro, demasiado real para ser soportable[8]”, apunta la psicoanalista Christiane Terrisse. Pero el segundo ya no tiene límite, los labios de ambos se tocan y aparece la frase de Steve: “Tal vez, algún día, no me ames más”[9], y la madre, lejos de detenerlo y de no corresponder la demanda del hijo, responde “siempre estaré ahí para ti”[10].

Otros detalles insinúan esta intensa relación con la madre como el paralelo cinematográfico que establece Dolan al usar repetidamente los pañuelos como metonimia del onanismo de Steve para luego darnos una escena donde este pasa un pañuelo por los labios de la madre mientras esta llora y él insiste: “Somos solo nosotros dos”[11]. También escenas en las que se mezclan el odio y el amor, cuando el protagonista le regala un collar en el que pone Mommy a su madre y ella como primera reacción lo acusa de haberlo robado, lo que despierta en él una ira excesiva, pero también ese acercamiento que insinúa de nuevo la pulsión que se mueve entre ellos. Sobre esta escena comenta Élisabeth Marion:

“La película se basa en esta escena violenta donde se exponen el deseo incestuoso y el deseo de muerte de este hijo. Esta escena también revela la ambivalencia y el goce de su madre que lo teme, lo aleja, lo juzga de peligroso, pero dice: “Aquí lo tengo todo para mí… No estamos aburridos de Steve”.”[12]

Es justamente esta escena la que permite la entrada de un nuevo personaje, Kyla, la vecina triste y profesora tartamuda que se hace cargo en ese momento de las heridas de Steve, tolerando ya desde el principio la dinámica de ellos dos –Steve se insinúa a Kyla mientras le deja claro a su madre que “sigues siendo mi preferida”[13]–  y así, poco a poco, se introduce en la familia. “Poco a poco, las dos madres y Steve formarán un trío “casi” feliz”[14], apunta Dominique-Paul Rousseau usando las palabras deux mères con todo el acierto, porque a partir de entonces Kyla se encaja como una pieza más en este binomio proporcionando a Steve todo aquello que Diane no es capaz de darle. Kyla es la madre que educa, que le sana las heridas, la que recibe el collar de pasta, limpian la casa juntos, hasta en un momento dado Steve se orina encima de ella. Pero, como apunta Normand Chabot, “Es un intento de terapia mutua que no funciona; Kyla es el cuidado sin la cura para Steve.”[15]. Kyla no es la salvación para Steve.

Este personaje, que se pone en el lugar de una segunda madre, está bien integrado en la relación de los dos porque no pone en entredicho la falta de separación de los cuerpos, no compromete la perversión del hijo ni el fetiche de la madre. No pone en juego lo real, permite y acepta con naturalidad lo que ve entre ellos, se une al juego, al baile. Es este personaje el que abre la puerta a que Diane ponga en palabras lo que siente por su hijo: “Steve es violento ¿sabes? Es un chico dulce en el fondo, lleno de carisma… pero cuando se le va la cabeza, mejor estar lejos. Porque se pone feo. […] Pero estoy contenta porque fue duro estar lejos de él y ahora es todo mío”[16]. Hasta en un momento dado Kyla le pregunta a Diane sobre su situación con los hombres –¿con la ley, quizá?–, a lo que ella responde “la gran orgía”[17], queriendo decir “la gran sequía”[18], un desplazamiento del lapsus en el que se pone justamente de manifiesto esta falta de límite y da salida a lo real, y, ante esto, Diane se ríe, y Kyla también.

A la no separación del cuerpo entre el hijo y la madre también parece corresponder la ira que suscita en Steve todo hombre que se acerca a Diane, todo hombre que la sexualiza y que da cuenta de esta ley insuficiente que no acaba de operar entre ellos dos, ya sea el taxista que al echarla del coche le profiere el insulto de puta, o el vecino abogado que desea a Diane. A propósito de este último, vemos que se ponen en juego muchos elementos que también remiten a esta cuestión de la no separación del cuerpo; el vecino, abogado, se ofrece, dado el interés que tiene por Diane, a ayudar a Steve con los problemas que –irónicamente– este tiene con la ley. Ante esto, la madre responde, también, al interés que el abogado tiene por ella pero solo y únicamente para salvar el hijo. A Steve, que no lo recibe así, le falta tiempo, cuando los tres están en un karaoke, para dedicar el Vivo per lei de Andrea Bocelli a su madre, dejando claro cual es su lugar y boicoteando la única posibilidad de ayuda que se le presentaba.

Toda esta situación acaba por explotar fuera del karaoke con Diane gritando “el padre enterrado y el hijo cavando mi tumba”[19], evidenciando por primera vez como la falta del padre desborda a la madre y pone de manifiesto esta necesidad de la ley que lo separe del hijo. Esto desencadena en Steve, más intensamente que ninguna otra vez, la llamada al otro y el desborde pulsional, que se materializa en un intento de suicido mientras le pide de nuevo a la madre “Tú y yo todavía nos amamos, ¿verdad?”[20], y ella responde: “Nosotros dos, es lo mejor que sabemos hacer!”[21].

Pero hasta aquí. La madre, sobrepasada por la insuficiencia del Nombre del Padre, va en busca de la única ley que se le ofrece, “la polémica ley S-14”[22], y deja a Steve en el hospital. La profecía de la trabajadora se cumple: “el amar no salva”[23].

Bibliografía principal:

  • Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

Bibliografía secundaria:

  • Chabot, N.: “Mommy in the pocket”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014)
  • Lacan, J.: “Dos notas sobre el niño” (1969), Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires: Ed. Manantial, 2001.
  • Lacan, J.: “Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista” (1964). Escritos II. Madrid: Siglo XXI editores, 1980.
  • Marion, É.: “De j’ai tué ma mère à Mommy, les mères de Xavier Dolan”, Lacan Quotidien, 431 (15 de octubre de 2014).
  • Rousseau, D-P.: “Mommy et la tête de Méduse”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014).
  • Terrisse, C.: “Un film symptôme”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014).

[1] Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] Lacan, J.: “Dos notas sobre el niño” (1969), Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires: Ed. Manantial, 2001.

[5] Lacan, J.: “Del Trieb de Freud y del deseo del psicoanalista” (1964). Escritos II. Madrid: Siglo XXI editores, 1980.

[6] Ídem.

[7] Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

[8] Terrisse, C.: “Un film symptôme”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014): “Juste une main qui fait taire ou évite le baiser de trop, annonce la couleur d’une mère-version a la limite incestueuse, jamais franchie, mais qui imprime sa marque d’intrusion, d’accusation, de surveillance réciproque du sexe de l’autre, trop réel pour être supportable”.

[9] Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

[10] Ídem.

[11] Ídem.

[12] Marion, É.: “De j’ai tué ma mère à Mommy, les mères de Xavier Dolan”, Lacan Quotidien, 431 (15 de octubre de 2014): “Le film est construit autour de cette scène violente où s’exposent le désir incestueux et le désir de mort de ce fils. Cette scène révèle aussi l’ambivalence et la jouissance de sa mère qui le craint, le repousse, le juge dangereux, mais dit: «Là je l’ai tout à moi… On s’ennuie pas avec Steve»”.

[13] Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

[14] Rousseau, D-P.: “Mommy et la tête de Méduse”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014): “Progressivement, les deux mères et Steve vont former un trio «presque» heureux.”.

[15] Chabot, N.: “Mommy in the pocket”, Lacan Quotidien, 436 (5 de noviembre de 2014): “C’est une tentative de thérapie réciproque qui ne marche pas; Kyla c’est le care sans le cure pour Steve.”.

[16] Dolan, Xavier (dir.). (2014). Mommy. [DVD]. Canadá: Metafilms.

[17] Ídem.

[18] Ídem.

[19] Ídem.

[20] Ídem.

[21] Ídem.

[22] Ídem.

[23] Ídem.

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