Mujeres liberan una palabra distinta
La famosa Tribuna publicada en Le Monde el 9 de enero del 2018…
“Defendemos una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”.
El texto que publicamos a continuación, del Collectif Une autre parole, no da cuenta de la posición de TActe sobre el delicado tema abordado. En esto, cada uno en TActe tiene su postura. En la medida en que el texto ha relanzado un debate encendido, en ocasiones incendiario, consideramos interesante publicar una traducción castellana del mismo. Una segunda Tribuna, contraria a ésta, escrita por Caroline de Haas y firmada por 30 militantes feministas, puede leerse en Tribuna Feminista [1].
“La violación es un crimen. Pero el ligue insistente o torpe no es un delito, ni la galantería es una agresión machista.
Tras el caso Weinstein, ha tenido lugar una legítima toma de conciencia de las violencias sexuales ejercidas sobre las mujeres, particularmente en el marco profesional, donde ciertos hombres abusan de su poder. Era necesaria. Pero esta liberación de la palabra se voltea hoy en su contrario: nos emplazan a hablar correctamente, a callar lo que enfada, y las que rechazan plegarse a tales conminaciones son vistas como traidoras, ¡como cómplices! Ahora bien, es propio del puritanismo tomar prestado, en nombre de un pretendido bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y de su emancipación para encadenarlas mejor a un estatus de eternas víctimas, de pobres cositas bajo la influencia de demonios falócratas, como en los viejos tiempos de la brujería.
De hecho, #metoo ha arrastrado en la prensa y en las redes sociales una campaña de delación y de acusaciones públicas a individuos a los que no se deja la posibilidad de responder ni de defenderse, dejándoles exactamente en el mismo plano que a los agresores sexuales.
Esta justicia expeditiva ya tiene sus víctimas, hombres sancionados en el ejercicio de su profesión, forzados a la dimisión, etcétera… cuando su única culpa ha sido tocar una rodilla, intentar el robo de un beso, hablar de cosas “íntimas” en una cena profesional o enviado mensajes con connotación sexual a una mujer para con quién la atracción no era recíproca. Esta fiebre de enviar a los “cerdos” al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, sirve en realidad a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, de los extremistas religiosos, de los peores reaccionarios y de aquellos que estiman, en nombre de una concepción sustancial del bien y de la moral victoriana que va de la mano, que las mujeres son seres “a parte”, infantes con rostro de adulto reclamando ser protegidos.
En frente, los hombres son empujados a entonar el mea culpa y descubrir, en lo más hondo de su conciencia retrospectiva, un “comportamiento fuera de lugar” que habrían podido llevar a cabo hace diez, veinte, treinta años, y del cual deberían arrepentirse. La confesión pública, la incursión de los fiscales autoproclamados en la esfera privada, he aquí lo que instala cierto clima de sociedad totalitaria.
La ola purificadora no parece conocer limitación alguna. Aquí, se censura un desnudo de Egon Schiele en un cartel; allá, se exige la retirada de un cuadro de Balthus de un museo, con motivo de que sería una apología de la pedofilia; en la confusión del hombre con su obra, se pide la prohibición de la retrospectiva Roman Polanski en la Cinémathèque y se obtiene el aplazamiento de aquella consagrada a Jean-Claude Brisseau. Una universitaria juzga el film Blow Up de Michelangelo Antonioni como “misógeno” e “inaceptable”. A la luz de este revisionismo, John Ford (Centauros del desierto) e incluso Nicolas Poussin (El rapto de las Sabinas) ya tiemblan. Ya hay editores que nos solicitan a algunas de nosotras hacer a nuestros personajes masculinos “menos sexistas”, hablar de sexualidad y de amor con menos desmesura, ¡o aún hacer lo posible para que “los traumas sufridos por los personajes femeninos” sean más evidentes!
Al borde del ridículo, ¡un proyecto de ley en Suecia quiere imponer un consentimiento explícito notificado a todo candidato al encuentro sexual! Basta un pequeño esfuerzo más y dos adultos que tengan ganas de acostarse tendrán que cumplimentar a través de una “app” de su móvil un documento en que se desglosen las prácticas sexuales que aceptan y las que rechazan.
Ruwen Ogien defendía una libertad de ofender indispensable para la creación artística. De la misma forma, defendemos hoy una libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual. Estamos hoy lo bastante advertidas para admitir que la pulsión sexual es por naturaleza ofensiva y salvaje, pero somos a la vez lo bastante clarividentes para no confundir el tonteo patoso con la agresión sexual. Sobre todo, somos conscientes de que la persona humana no es un monolito: una mujer puede, en la misma jornada, dirigir un equipo profesional y gozar de ser el objeto sexual de un hombre, sin ser un “putón” ni una vil cómplice del patriarcado. Puede velar por que su sueldo sea igual que el de un hombre, pero no sentirse traumatizada de por vida porque un hombre se ha frotado contra ella en el metro, incluso si esto es considerado un delito. Puede encararlo como la expresión de una gran miseria sexual, véase como un no-evento.
Como mujeres no nos reconocemos en ese feminismo que, más allá de la denuncia de los abusos de poder, toma el rostro del odio de los hombres y de la sexualidad. Pensamos que la libertad de decir que no a una proposición sexual no va sin la libertad de importunar. Y consideramos que hay que saber responder a esta libertad de importunar de otra forma que encerrándose en el rol de la presa. Para aquellas de nosotras que hemos escogido tener hijos, estimamos que es más juicioso educar a nuestras hijas de forma que estén suficientemente informadas y sean conscientes para poder vivir plenamente su vida sin dejarse intimidar ni culpabilizar. Los accidentes que pueden tocar el cuerpo de una mujer no atentan necesariamente contra su dignidad y no deben, por muy duros que sean, necesariamente hacer de ella una víctima perpetua. Porque no somos reducibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad que atesoramos no existe sin riesgos ni sin responsabilidades.”
Sarah Chiche (escritora, psicóloga clínica y psicoanalista)
Catherine Millet (crítica de arte, escritora)
Catherine Robbe-Grillet (actriz y escritora)
Peggy Sastre (autora, periodista y traductora)
Abnousse Shalmani (escritora y periodista)
Si está usted de acuerdo con este texto, puede firmar a continuación como comentario (en el link de Le Monde indicado a continuación).
Puede también enviarnos un mensaje a: uneautreparole
Traducción de Héctor García de Frutos.
[1] Tribuna publicada en castellano en: http://www.tribunafeminista.org/2018/01/los-cerdos-y-sus-aliados-tienen-razones-en-preocuparse-caroline-de-haas-y-activistas-feministas-responden-a-la-columna-en-le-monde/
La original en francés está publicada en la web de France Info: https://www.francetvinfo.fr/societe/droits-des-femmes/tribune-les-porcs-et-leurs-allie-e-s-ont-raison-de-sinquieter-caroline-de-haas-et-des-militantes-feministes-repondent-a-la-tribune-publiee-dans-le-monde_2553497.html
Nota del traductor: El texto íntegro de la Tribuna publicada en Le Monde es de acceso para suscriptores del periódico. Puede accederse al texto originalmente publicado aquí:
http://www.lemonde.fr/idees/article/2018/01/09/nous-defendons-une-liberte-d-importuner-indispensable-a-la-liberte-sexuelle_5239134_3232.html
El texto completo ha sido publicado en Yéti Blog de forma abierta:
https://yetiblog.org/exces-amoureux-econduit-harceleur-sexuel/
Diversos medios españoles se han hecho eco y han opinado sobre el texto publicando algunos fragmentos del mismo. Es, como sucede siempre en estos casos, interesante leer el texto completo a la hora de valorar los comentarios que ha suscitado.
Los derechos del texto permanecen al diario Le Monde y/o a las firmantes del texto, y la traducción será retirada de las redes si así lo solicitan. La traducción ha sido sin embargo autorizada por el colectivo ‘Une autre parole’.