Tendiendo puentes entre el psicoanálisis y la ciudad

Amor en transferencia como soporte del cuerpo fragmentado

Rosine y Robert Lefort son una pareja de psicoanalistas que se dedicaron al estudio de la psicosis y el autismo en la infancia a lo largo de toda su vida. En 1952 Rosine Lefort realizaba sesiones con las niñas Marie-Françoise y Nadia, en la fundación “Parent de Rosan”, institución de asilo temporal para niños que dependía de la asistencia pública francesa. Ambos casos son el material del libro que se abordará a continuación. Es tras su análisis con Jacques Lacan cuando Rosine escribe en conjunto con su pareja el libro el “Nacimiento del Otro”. En este breve texto sólo se abordará el caso de Nadia, intentando puntualizar y esclarecer ciertos conceptos de la formación de su estructura, y, asimismo, la emergencia del sujeto en Nadia.

En primer lugar, en cuanto al nombre del libro, se hipotetiza que este podría estar haciendo referencia al nacimiento del ser hablante en el estadio del espejo (Lacan, 1949) en tanto el sujeto es capaz de reconocer su imagen en el espejo, su “yo” unificado, una vez que es nombrado y señalado por el Otro.

 Se podría decir que una vez que este Otro señala al sujeto que este es capaz de conformar un dentro y fuera de su propia individualidad; algo así como: “aquí acabo yo, aquí comienza el otro, este cuerpo es tuyo y este otro es mío”, o por lo menos este sería el caso en la neurosis.

Los autores del texto nombran asimismo en sus conclusiones la topología, esta es: “más allá de la formulación en términos de superficies y agujeros, que la topología es también el cuerpo que se desliza en el significante, y que es éste quien hace de él una estructura” (Lefort, 1983, p. 371).

Intentaremos abordar aquí cómo la emergencia del cuerpo es lo que hace al sujeto, a través del significante. Aceptando de antemano que el cuerpo no es aquello restringido por nuestra piel, sino aquello que se baña en el mar del lenguaje, y cómo a través de la forma de este sumergimiento, emerge el cuerpo, y las distintas estructuras del ser hablante.

A la vez, un significante sólo tiene sentido cuando está enlazado con otro, es decir sólo aparece cuando tiene sentido para otro significante. Lo mismo ocurre con la emergencia del sujeto desde el psicoanálisis.

Por último, desde la estructura del lenguaje, los fenómenos semánticos se pueden dividir en dos ámbitos; la metáfora y la metonimia. Estos últimos son atribuidos por Lacan al funcionamiento del inconsciente. Mientras que la primera está ligada a la condensación, y el cambio de una realidad por otra similar, y por ende la elección de un significante distinto, la segunda se erige por un desplazamiento, y la elección de una palabra por otra, no necesariamente similares (Lefort, 1983).  

El cuerpo de Nadia

Lo que concernía al interior del cuerpo, fuera caca o papilla, ella lo extendía sobre la superficie exterior, sobre la piel. Nadia nos decía así que las superficies de su cuerpo, la interna y la externa, se reunían, estructurando su cuerpo como superficie, y no como un volumen con un interior y un exterior separados” (Lefort, 1983, p. 361).

La autora en este apartado describe cómo Nadia, bebé de trece meses en ese entonces, intenta constituir su cuerpo a través del objeto de las heces, objeto anal en su esencia, y que emerge como significante para la niña. De ahí la importancia de subrayar que es en la primera infancia cuando emergen los significantes que son propios, es decir, ya desde esta última se van esclareciendo los caminos que sujetan la estructura de cada ser humano.

Según los autores del libro, en el sujeto de la psicosis lo que está agujereado es el cuerpo del Otro, y a la vez el cuerpo mismo se sostiene en lo fragmentado. Es en el cuerpo del Otro que Nadia puede explorar los agujeros. Los agujeros vendrían a ser la forma de poder imaginar un dentro y un afuera, permitir que los objetos se presenten, y a la vez puedan desaparecer del campo visual sin que esto implique una desestabilización. Nadia concibe esto último con la boca de Rosine, ya que, desde su estructura, es incapaz de conceptualizar el propio sujeto como algo barrado: su propio cuerpo no tiene orificios. Nadia obtura su propia boca con su dedo, el mismo que le sirve para explorar la boca del otro. Sin el uso del cuerpo del Otro como objeto en la transferencia que se instala entre la pequeña y su terapeuta, se hipotetiza que Nadia se sentiría angustiada al sentir que el cuerpo se le escapa, los elementos no pueden salir y entrar.

¿Qué implica que un sujeto en formación no pueda conceptualizar su cuerpo desde una noción de lo externo y lo interno? Para Nadia, y según los autores, el uso de las heces sería para representar metafóricamente la presencia del Otro, en este caso Rosine, en el cuerpo mismo de Nadia; el sujeto no puede abrir un agujero en el cuerpo de Rosine, su cuerpo mismo tampoco lo tiene, no puede ser obturado como cuando su analista está presente (p. 373). Entonces para Nadia, a diferencia de la representación metafórica del sujeto autista, las heces restablecen la continuidad que ella concibe de su superficie corporal.

La superficie bidimensional

Su demanda del espejo: llenarme, ser sólo una conmigo en alguna perspectiva de fusión; era sólo una manera de pagar el precio de su propia aspiración a ser llenada. En ese instante todavía es preponderante el Real de los cuerpos; pero cuando ella está delante del espejo, lo Real cae (Lefort, 1983, p. 377).

¿Por qué es tan importante el uso del espejo con niños? En el caso de Nadia, y como describe su terapeuta durante su proceso, cuando la pequeña se mira en el espejo ve cuatro realidades, o superficies, que a través del espejo pueden ser limitadas. Por un lado, está la pequeña con su analista que le señala: “esta eres tú, Nadia”, y, por otra parte, está aquella superficie que puede ser abarcada por el mismo espejo, y aquella que se escapa a este último (Lefort, 1983, p. 369). Es decir, existe una realidad tridimensional que va más allá de lo que puede ser abarcado por la mirada.

Rosine y Robert Lefort describen que este es uno de los momentos más fecundos para el sujeto en cuanto a la estructura de su cuerpo, ya que, a través de esta herramienta, el espejo, puede facilitar el que el mismo sujeto logre descubrirse. Siempre y cuando sea en la presencia de otro. En palabras de los autores: “Pasaría de su estructura inicial de banda de un solo lado, bidimensional, a una estructura tórica, tridimensional, que tiene un exterior y un interior (p. 369)”. En el fondo, el cuerpo ya no sólo aparece como una imagen bidimensional, sino que tiene un volumen por todo aquello que se escapa del espejo, del Otro del terapeuta, y del mismo sujeto. El sujeto puede pasar a intentar hacerse con un cuerpo.

En cuanto a las reacciones de Nadia al ser contrapuesta en el espejo, a medida que avanza su terapia, es dable destacar que la pequeña golpearía este objeto donde es señalada como: “Nadia”. La imagen con la que se encuentra en el espejo, es una imagen significante en tanto es su analista la que custodia aquel nombre, y por ende su cuerpo como objeto no puede ocupar el espacio completo (Lefort, 1983). Lo cual implica que estaría avanzando hacia la instauración de una carencia. En palabras de los autores: “Entre la metáfora en la que ella se convierte en mi objeto, impregnada de Real, y la metonimia en que ese Real cae…pero donde también ella entrevé el recorte Unitario de su cuerpo” (Lefort, 1983, p. 377).

La metonimia

Pero ¿qué hacía Nadia antes del análisis con esta metáfora presente en ella, sino permanecer a la espera, en una fijación escópica? En estas condiciones, su análisis es un itinerario cuyo debate culmina con el descubrimiento de la metonimia, necesaria para que un sujeto se encarne en el significante: es decir, con el descubrimiento de su imagen especular”.

En primer lugar, la imagen especular se refiere a la relación entre lo imaginario y lo simbólico. Es importante destacar también el concepto de alienación: el yo imaginario se constituye en relación a una imagen externa debido a ese discurso de otro (Evans, 1996). Y, por otra parte, cuando se habla de metonimia, esto quiere decir que se inscribe en el orden de las relaciones de contigüidad, de alineamiento, de articulación significante, de coordinación sintáctica. Por ejemplo, treinta velas en el lugar de la palabra “barco”, en donde se toma la parte por el todo. “Lo conexión entre el barco y la vela está sólo en el significante” (Tendlarz, 1997). Ya más tarde, en el texto “Radiofonía”, Jacques Lacan profundiza en el principio de la metonimia, vinculándolo con el goce como un valor de transferencia (Lacan, 1970, p. 32). Lo equipara a una operación de crédito en la que es “un ingreso-goce sobre el que se extrae” (Lacan, 1970, p. 34). Por lo que: “Hacer pasar el goce al inconsciente, es decir a la contabilidad, es en efecto un retomado desplazamiento” (Lacan, 1970, p. 35). El goce entra en la contabilidad del inconsciente (Tendlarz, 1997).

Como se describió anteriormente, la metonimia introduce un cambio de la palabra por la palabra. Su nombre significado por el Otro, ya no remite a la unificación que ella sentía o creía de su cuerpo, porque se ha transformado en un significante. Esto último también logra hacer entrever la emergencia de la demanda y su deseo en Nadia. Se podría decir que Nadia no toleraría estar barrada por el significante, y sin embargo, el Real de su cuerpo y del encuentro con otro significaría en el caso de la paciente la caída de lo que antes parecía una certidumbre, a beneficio de poder esclarecer una demanda hacia el Otro.

Según los autores, todo proceso analítico debe hacer un recorrido de la metáfora a la metonimia. Sin embargo, en un principio, es preciso que la metáfora paterna se instale. Cuando esta queda forcluida, como es el caso de la estructura psicótica, en este caso es Rosine quien hace de soporte de esta última inscripción, ya que de otra forma el cuerpo del psicótico quedaría a la deriva, fragmentado. Es decir, sin ninguna regulación de su goce, como lo actúa Nadia al golpear el espejo en un arrebato violento hacia aquello que presume es su yo especular.

Es primordial esclarecer que Nadia sólo logra tener un significante que emerja como tal, a través del amor de transferencia que se establece con Rosine. La terapeuta, sólo tiene diez meses de trabajo con la niña, y, sin embargo, emergen diversos afectos a lo largo de este tiempo que le permiten ir esclareciendo su demanda hacia el Otro. Por ejemplo, en el libro se describe cómo Nadia había sentido envidia por el resto de los niños de la institución a los que Rosine también trataba. A diferencia del comienzo del tratamiento, en el que parecía ser un cuerpo que no se había terminado de constituir. Es sólo a través de la transferencia que Rosine lograría que Nadia “nazca” o que efectivamente sea “parida”.

En conclusión, es importante clarificar que el hecho de que Nadia muestre este tipo de indicadores, no implica necesariamente que, a futuro, obligatoriamente, vaya a presentar fenómenos elementales tales como los delirios o la esquizofrenia. Sin embargo, se trataría de una psicosis en la infancia. Y es en esta primera infancia en que se pueden establecer lógicas que podrán con suerte durar toda una vida, o por lo menos el suficiente tiempo para atrasar lo más posible la aparición de fenómenos elementales.

Una de las vías a instaurar en el tratamiento de la psicosis y, asimismo, en todas las estructuras, es la transferencia. Gran parte de lo que lograrían esclarecer los casos de este libro es que, sin esta última, Nadia nunca hubiese sido “nombrada” y, por ende, no hubiese podido soportar el goce que ataca a su ser. Sería sólo a través de Rosine, que Nadia hubiese logrado instaurar una lógica en aquello por lo que es nombrada, su nombre “Nadia”.

Bibliografía:

  • Evans, D. (1996). Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Ed. Paidos. Buenos Aires, 2007.
  • Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica, pp. 86-93. En Escritos 1, Siglo XXI, México, 1988.
  • Lacan, J. (1970). Radiofonía. En Radiofonía y Televisión. Anagrama, Buenos Aires, Argentina.
  • Lefort, R y R. (1983). Nacimiento del Otro. Buenos Aires: Paidós.
  • Tendlarz, S. (1997). Lo que hay de metáfora y metonimia en la satisfacción del síntoma. Satisfacciones del síntoma, Colección “Orientación Lacaniana”, E.O.L. Buenos Aires, Argentina.

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